Un canto a la diversidad
'Qui ets?'
El espectáculo actúa como un espejo. Todos diferentes. Sentimos aceptación, pena y rabia
Sílvia Cóppulo
Periodista y psicóloga.
Licenciada en Psicología y Doctora en Comunicación. Profesora de Comunicación en la Universitat de Barcelona
Sílvia Cóppulo
Entro en el patio de butacas del Almería Teatre, de Gràcia, reteniendo la respiración. Reestrenan 'Qui ets?', la obra teatralizada del libro que Màrius Serra dedicó a su hijo Llullu, enfermo de parálisis cerebral, que murió hace diez años.
Mesas y sillas dispuestas como en un café teatro, velitas y armonía. Los miedos se evaporan. Una silla vacía llena el escenario en medio de tres grandes actores: Judit Farrés, Roger Julià y Òscar Muñoz, dirigidos por Joan Arqué. Reímos, a ratos nos enojamos, en otros momentos cantamos, la obra atrapa el silencio. Llullu no está, pero el espíritu de comprender la diferencia camina.
No se trata únicamente de que vayamos asumiendo quién y cómo es cada uno de nosotros, no; es que el espectáculo está concebido con una sensibilidad que, lejos de la lagrimita o de la ñoñez, nos golpea y nos hace disfrutar. Actúa como un espejo. Todos diferentes. Sentimos aceptación, pena y rabia.
En medio del caos del tráfico, en el día a día de Llullu, para alcanzar el autobús adaptado, hay que sortear coches mal aparcados encima de la acera. El padre de Llullu se indigna. Les rompería con gusto el retrovisor y les pincharía los neumáticos. La indiferencia de la ciudad duele. Y es cruel la dueña del restaurante italiano, que no quiere que una visión fea como la que cree que ofrece Llullu se instale en el comedor, cerca de otros comensales. Primero intenta echarlos, y finalmente los meterá tan lejos como pueda de la sala principal. Suerte del camarero que les guiña un ojo. Y al público nos entusiasmará comprobar que los asientos 'first class' de los poderosos, en los aviones, tienen las mismas medidas que la silla de ruedas de Llullu. Paradojas de la diversidad.
A Llullu le habla toda la familia y les parece que responde. Nunca pudo hablar, nunca caminó, pero fue feliz y nos hizo ser felices a todos, me confiesa su padre, quien, a través de una animación, verá cumplido su deseo: que Llullu corra campo a través entre las hierbas. Es un sueño. Es la vida. Es Llullu, que nos hace ser más humanos con los humanos.
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