Precariedad laboral
Temporal de verano
Si este país fuese poco turístico, sin cosechas y sin construcción, ¿tendríamos todos contratos permanentes? Todo indica que no
Ester Oliveras
Economista. Profesora en la Universitat Pompeu Fabra (UPF).
Ester Oliveras
Recta final de agosto. Ya se cuentan los días para que ciudades, empresas, y escuelas, vuelvan a moverse a su ritmo habitual. Las piscinas cerrarán, hoteles y restaurantes volverán a una actividad de mínimos, los escenarios de festivales se montarán y desmontarán con menos frecuencia. Los contratos temporales firmados por socorristas, cantantes, músicos, cocineros, recepcionistas, camareros y animadores culturales tocarán a su fin. La temporalidad afecta por igual a hombres y mujeres, pero se centra en personas jóvenes o con poca formación.
La temporalidad en España se ha mantenido al 26,8% los últimos dos años, todavía muy lejos de la media europea, situada en el 15%. Este dato empeora si se tiene en cuenta la corta duración de estos contratos, y que más de un tercio de ellos nunca se convertirán en indefinidos. Aunque, sin duda, es una mejora respecto al récord histórico del 2006 -en plena crisis– cuando 3,4 de cada 10 personas empleadas tenía un contrato temporal.
Reducción de costes empresariales
Si este país fuese poco turístico, sin cosechas y sin construcción, ¿tendríamos todos contratos permanentes? Todo indica que no. El contrato laboral temporal cumple con más funciones además de cubrir la estacionalidad y se utiliza, generosamente, en todos los sectores. Es el contrato flexible y económico que permite a las empresas disminuir costes fácilmente ante situaciones de crisis. Una encuesta realizada periódicamente por el Banco Central Europeo, la Wage Dynamics Network (WDN), analizó cómo las empresas de la zona euro ajustaron sus costes laborales durante la crisis. Se constata cómo España primó una estrategia de reducción de costes basada en el empleo temporal y, en segundo lugar, en la reducción de empleo permanente. Las personas con más antigüedad en la empresa, con costes de indemnización más elevados, son las que se vieron menos afectadas por estos despidos. Otros países, en cambio, confiaron más en otras medidas como la reducción de los costes no laborales, incrementar la parte del salario que es flexible, o disminuir la cantidad de horas trabajadas.
La edición más reciente de esta encuesta, del 2013, indica que las tres variables que hoy frenan la contratación permanente en nuestro país son, en primer lugar la incertidumbre económica, en segundo lugar el coste laboral no salarial –básicamente, las cotizaciones–, y en tercera posición el coste del despido.
Pero ¿qué sucede con las personas que van acumulando contratos temporales? No son buenas noticias. Un estudio publicado muestra que alternar trabajos temporales con periodos de paro conlleva a que cada vez sea más difícil encontrar un trabajo y que son de peor calidad. Según este estudio, la poca duración de los contratos no permite conseguir suficiente experiencia y los periodos de desempleo disminuyen las habilidades y aptitudes personales. Todo esto, unido a la robotización y a la consecuente pérdida progresiva de puestos de trabajo, nos lleva a que la formación continua es la mejor inversión para contratados, tanto temporales como permanentes.
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