El futuro del cine

Peter O'Toole, en su papel de coronel T.E. Lawrence en el filme 'Lawrence de Arabia'.

Peter O'Toole, en su papel de coronel T.E. Lawrence en el filme 'Lawrence de Arabia'. / periodico

Mikel Lejarza

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Muchos de nosotros crecimos viendo ‘Espartaco’, ‘Lawrence de Arabia’, ‘Indiana Jones’ o ‘El Padrino’, películas que definen cada una su propio tiempo y todas ellas una manera de entender al cine anterior a que internet revolucionara el modo en que el público consume actualmente los largometrajes. Por aquel entonces, la gente iba “al cine”, mientras que ahora va a ver películas en concreto y, a tenor de los resultados, el número de estas se va reduciendo. Con la llegada de las nuevas plataformas de Disney, Warner y Universal, que se añadirán a las ya existentes Netflix, Movistar, Amazon, HBO o Filmin, la próxima década ya no será suficiente con decir que el sector cinematográfico está cambiando, como en la actual,  sino que habrá cambiado por completo y las reglas del juego serán otras.

Con las nuevas plataformas, el sector cinematográfico cambiará por completo

Y las preguntas se amontonan. ¿Habrá espacio en el nuevo panorama para estrenos en salas además de para los grandes ‘blockbusters’ de los estudios estadounidenses? ¿Quedará el cine de autor y las películas de corte medio reducidas a su paso por festivales, a las grandes ciudades y a su visionado por las pantallas de los televisores? Las respuestas distan de ser optimistas. Si muchas generaciones crecimos viendo un tipo de historias que se nos contaban a lo largo de un par de horas en una pantalla gigante, y de ahí nuestro amor por el cine, cabe cuestionarse si les ocurrirá lo mismo a las actuales generaciones acostumbradas y educadas a ver videos cortos en YouTube y en un ‘smartphone’. Los pesimistas creen que no se puede volver a meter al genio en la botella y que se trata de algo irreversible; otros creen que las nuevas generaciones tarde o temprano descubrirán la magia de ver a <strong>Peter O'Toole</strong> cabalgando por un inmenso desierto y la incapacidad de las pequeñas pantallas para mostrarlo. Porque las palomitas y el ruido de los vecinos con el móvil encendido hace tiempo que le han quitado fuerza al argumento de que la visión compartida de una película es mejor que hacerlo en solitario.

La nueva coyuntura obligará a definir muy bien qué es el cine

Sin duda, la nueva coyuntura provocará cambios legislativos profundos que obligarán a definir muy bien qué es el cine. ¿Se trata de un sector industrial exclusivamente en manos de las normas que dicte el mercado, o los largometrajes forman parte de nuestro patrimonio cultural común y por lo tanto hay que salvaguardarlo? ¿Con qué criterios? En las batallas geopolíticas y culturales con que se dirimen ahora las guerras mundiales por el control del planeta, la industria del cine, que fue una de las armas más influyentes el siglo pasado, ha perdido relevancia y ahora su puesto lo han ocupado las plataformas tecnológicas convertidas en las mayores fábricas de entretenimiento audiovisual. No es el largometraje el que está en peligro, sino el cine en salas, al igual que no es la música la que ha quebrado, sino la venta de cedés y vinilos.

Cuando apareció la televisión, un amigo cuestionó a Billy Wilder preguntándose quién querría ir al cine teniendo la televisión gratis en casa. El genial director le contestó que mientras el cine contara buenas historias, las mejores, las más emocionantes, las más grandes, no habría peligro. La receta sigue siendo válida. La tecnología no es el enemigo, sino el aburrimiento.

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