IDEAS

La soledad en Nueva Zelanda

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Jordi Puntí

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Hay novelas que nacen como resultado de una carrera de obstáculos. Esto no las hace mejores, pero les da una pátina de misterio que las vuelve más atractivas. Pensaba en ello leyendo 'El mar alrededor', de Keri Hulme, el novelón que acaba de publicar Automática Editorial (en traducción virtuosa de Enrique Maldonado Roldán), y que repara un olvido de 35 años. La autora tardó más de diez años en escribirla y, una vez terminada, vio como se la rechazaban 12 veces. Finalmente en 1984 una editorial de Nueva Zelanda, independiente y feminista, la publicó. Fue un éxito instantáneo y unos meses después, para sorpresa de todos, ganó el premio Booker -la primera vez que se lo llevaba una neozelandesa.

Ese fue el primer obstáculo que tuvo que superar la autora: que era de Nueva Zelanda. ¿Qué hemos leído de aquella literatura? Katherine Mansfield, la espléndida Janet Frame, más recientemente Eleanor Catton... El segundo obstáculo es la cultura maorí, tan desconocida en general y a la vez tan esencial para entender la sociedad de ese país.

Con el novelón 'El mar alrededor', Keri Hulme fue la primera neozelandesa en ganar el Booker

'El mar alrededor' cuenta la historia de una mujer que vive sola y aislada, en una torre que se ha construido ella misma frente al mar. Una tarde llega a su casa un niño mudo, rubio y de aires asilvestrados, que tiene el hábito de robar pequeños objetos. Ella lo acoge a regañadientes, hasta que vaya a recogerlo a su padre, que resulta ser un padre adoptivo: un maorí, viudo, que rescató al niño como único superviviente de un naufragio. Enseguida se establece entre los tres una relación compleja, que avanza en medio de una violencia contenida, entre la atracción irracional y el miedo a perder esa soledad que los protege.

Keri Hulme, que tiene ascendencia maorí y comparte algunos rasgos con la protagonista del libro, escribe con una libertad torrencial, a veces con la sensación de que va a desbordarse y salir de madre, pero casi siempre bajo control. Adopta soluciones estilísticas de riesgo y al mismo tiempo retoma la tradición oral maorí para mezclarla con otras culturas. Y todo se convierte al fin en un canto al privilegio de la soledad (compartida) en la isla más aislada del mundo.