Barcelona: ni todo, ni nada
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Albert Sáez
El resultado de las elecciones municipales en Barcelona merece un análisis detallado. Las redes no permiten extenderse, pero la suma de muchos fogonazos arroja bastante luz. Las burbujas independentistas hierven desde el domingo poniendo en valor la fuerza simbólica que puede tener para la causa que el alcalde de la capital catalana sea netamente independentista. Algunos ya se imaginan los lazos amarillos en los balcones a ambos lados de la plaza Sant Jaume. Sueñan con un alcalde Maragall en minoría atrincherado en la gestualidad contra la "represión" y pactando, no se les ocurre otra posibilidad, con Junts per Catalunya, cuya candidata efectiva hace nada le llamó abuelo y le acusó de menospreciar al tótem de Puigdemont. Las burbujas de los Comunes debaten con intensidad las razones por las que perdieron esos 5.000 votos que les faltaron para repetir una alcaldía en minoría. Lo atribuyen a dos caras de la misma moneda, la lucha de clases, que llevó a los ricos a votar y que alejó a los pobres de Ada Colau por ser tibia con el procés que le llevó a perder un 11% de los votos en Nou Barris (y también a conservar el voto en Gràcia). En este análisis, se impone una rápida rectificación exprés al estilo de Pablo Casado y se sugiere que Colau deje la alcaldía en manos de Joan Subirats para conseguir los votos del PSC y de una parte de la candidatura de Manuel Valls, los que no son de Ciudadanos: el propio alcaldable, Eva Parera y Celestino Corbacho. Finalmente, la burbuja autodenominada "constitucionalista" utilizan a Colau para sustentar que su mayoría se ha consolidado, ignorando que durante la campaña la han situado en el universo contrario.
A lo que vamos a asistir en las próximas semanas es a un duelo político de alto voltaje entre dos personajes que se conocen muy bien, Ernest Maragall y Miquel Iceta. Llevan décadas viéndose las caras en lados opuestos de una mesa de negociación donde siempre llegaban a acuerdos. Ahora están en trincheras opuestas y uno sabe perfectamente lo que hará el otro. Maragall sabe que solo tendrá éxito si distingue entre que Barcelona "tenga" un alcalde independentista y que la ciudad "sea" toda independentista. Iceta trabaja sabiendo que los independentistas no lo son todo, pero tampoco son nada.
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