ANÁLISIS

El Madrid, en tierra de nadie

La imparable marcha del Barça ha dejado desnudo al equipo blanco, que vive los meses finales de pretemporada

Zidane durante el partido del Madrid contra el Huesca en el Bernabéu.

Zidane durante el partido del Madrid contra el Huesca en el Bernabéu. / periodico

Sónia Gelmà

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Un equipo se queda en tierra de nadie cuando ya no tiene objetivos. Por ejemplo, el Madrid está en esa tierra anodina, sin opción de atrapar al líder de la Liga y sin peligro por perder su plaza para la próxima Champions. Hay equipos que ahora mismo agradecerían estar en tierra de nadie, como el Espanyol y el Girona, que ya no pueden soñar con Europa pero que empiezan a sufrir por si toca sufrir. Y luego está el Barça, que le da una acepción diferente al término.

Los de Valverde tiraron y tiraron en la Liga, como si de Marc Márquez se tratara, y cuando han mirado para atrás ya no había nadie

Los de Valverde tiraron y tiraron en la Liga y —como si de Marc Márquez se tratara— cuando han mirado para atrás, ya no había nadie. A falta de 9 jornadas, el equipo se puede detener y saborear su ventaja, porque efectivamente están en tierra de nadie, aunque muy cerca de su objetivo. No parece ser la idea de Valverde, pero el Barça podría permitirse comparecer con todos los suplentes ante el Villarreal y afrontar descansado los dos próximos compromisos. 

La comodidad de la distancia es tal que solo una mala racha de resultados como la que cita Valverde, en la segunda temporada de Luis Enrique, añadiría una pequeña incertidumbre al título. El detalle que el técnico olvida remarcar es que el Barça acabó ganando aquella Liga, aunque ciertamente con más emoción de la deseada.

El mérito azulgrana

Valverde hace su trabajo, mantener la prudencia, reivindicar el mérito de sus jugadores y la dificultad de ganar una Liga. Pero el perseguidor en aquel momento era un Madrid ascendente y no este Atlético mermado por las lesiones.

Que el Barça encare el mes de abril sin compañía en la cabeza es muy meritorio por su parte, proporcional al demérito de sus perseguidores. Uno —el Madrid—, directamente en pretemporada con el único aliciente de toparte con el hijo del entrenador en la portería. El otro —el Atlético— parece que se va desgajando pieza a pieza, también más pendiente de cómo reconstruirse que de la actual temporada.

Pero conviene hacer el esfuerzo de no caer en la trampa, no es responsabilidad azulgrana que los rivales hayan dimitido. Algo, que por cierto, el Barça no ha hecho ni una sola temporada de la última década, haya ganado el título o no. El peligro de una competición que se gana a través de la regularidad como la Liga es que no siempre tiene un clímax.

La tentación en esta época de calma liguera es la de pensar que convendría algo de emoción, pero por el bien de la Champions, cabe celebrar que la Liga sí que está en tierra de alguien porque el Barça reclama su propiedad con contundencia, una temporada más.