TENSIÓN EN EL SENO DE LA UE
Orbán, fuera de juego temporal
El Partido Popular Europeo decide la suspensión temporal de Fidesz, el partido que el líder húngaro encabeza desde 1989
Jesús A. Núñez Villaverde
Codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH).
Jesús A. Núñez Villaverde
Acostumbrado a jugar con fuego durante años, Viktor Orbán está empezando a sentir las consecuencias de su desacomplejada apuesta ultranacionalista y abiertamente antieuropeísta. De momento el Partido Popular Europeo (PPE), principal fuerza política del Parlamento Europeo, acaba de decidir la suspensión temporal del partido Fidesz (Unión Cívica Húngara), que Orbán lidera desde1989.
La decisión adoptada por el PPE se ha ido cociendo a fuego lento, en un proceso en el que Orbán no ha tenido reparos en cuestionar a sus correligionarios, hasta el punto de calificarlos como “tontos útiles” que hacen el juego a quienes, según él, están arruinando la cultura cristiana y promoviendo la invasión del continente (con el islam como espantajo preferido). Aunque a última hora acabó enviando una carta personal a los máximos dirigentes de cada uno de los 13 partidos que habían pedido su expulsión (entre los que no figuraba el PP español), el gesto ha resultado insuficiente para evitar una suspensión que, en todo caso, no cabe esperar que le lleve a corregir el rumbo.
Espléndidos resultados desde 1995
Y esto es así porque los hechos le demuestran que el giro estratégico desde la Alianza de los Jóvenes Demócratas (abiertamente democrática, defensora de los derechos humanos y crítica con Moscú) hasta el actual Fidesz, decidido en 1995, le ha rendido esplendidos resultados. Tras haberse salido de la Internacional Liberal en el año 2000 y, sobre todo, desde su nombramiento como primer ministro en el 2010, ha logrado ya tres victorias por mayoría absoluta, presentándose como un partido que, desde el exterior, resulta netamente de extrema derecha, pero que, visto desde la calle húngara, ha sabido sacar partido de la memoria histórica de un país repetidamente invadido y sojuzgado (por otomanos y soviéticos entre otros) y que ha perdido territorio a manos de otros.
Sobre esa base Orbán ha construido un discurso de perfil ultranacionalista y defensor de la cultura cristiana, supuestamente amenazada por enemigos tan notorios como George Soros y la propia Unión Europea, interesados activamente en hundir no solo a Hungría sino a buena parte de los países vecinos. Visto así, Orbán es hoy para muchos de sus conciudadanos la última línea de defensa contra los inmigrantes y el islam.
El miedo de llegar al fondo
Llegados a este punto, hay que entender que el PPE ha procurado liberar algún lastre pero sin atreverse a una expulsión que le restaría apoyos a sus miembros en las próximas elecciones europeas, incluyendo a su líder, Manfred Weber, y que daría más cancha a socialistas o liberales. Queda por ver ahora si la Unión Europea se atreve a ir más allá de lo que ha hecho el PPE. Tiene sobradas razones para hacerlo, al igual que con Polonia y Rumania, porque sus reformas ponen en cuestión el Estado de derecho y la separación de poderes. Pero la permisividad ya constatada con Polonia y Rumanía y el temor a que un castigo serio pueda disparar una nueva salida del club comunitario, hace pensar que desgraciadamente esta vez la sangre no llegará al río.
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