Opinión | EL ARTÍCULO Y LA ARTÍCULA
Juan Carlos Ortega
Juan Carlos Ortega
Alcanzar la tranquilidad
Quiero hablarles hoy de la paz interior. Y ademas les aseguro que, tras la lectura de este breve artículo, conocerán un método rotundamente eficaz para alcanzarla. De verdad. Créanme. Solo tienen que seguir mis indicaciones y, en una semana, gozarán de una tranquilidad de espíritu que será la envidia de todos sus vecinos.
Antes, no obstante, creo necesario hacer una pequeña reflexión. La mayoría de las cosas que ansiamos son relativas. Quiero decir que la belleza, como muchos otros atributos deseados, tiene mucho que ver con la comparación. Uno es guapo si los demás no lo son. Uno es listo si el resto lo es menos. Uno es alto si los demás son más bajos. Lo que les digo es obvio, pero a veces olvidamos que eso es algo que puede aplicarse también a la tranquilidad espiritual.
"Poner de los nervios al prójimo no es algo complicado: estresemos a nuestros familiares y nos sentiremos dichosos
Efectivamente, nos sentimos alterados si, por contraste, vemos que los demás gozan de una paz envidiable. Por tanto, pongamos nerviosos a los demás, estresemos a nuestros familiares y amigos y, de repente, nos sentiremos llenos de dicha, de luz sosegada, de paz gloriosa.
Poner de los nervios al prójimo no es algo excesivamente complicado. Dígales cosas que les molesten, incórdieles con impertinencias, valore los logros de terceros en detrimento de los de ellos y, en general, amárgueles la vida un poquito. No es difícil, insisto. En una semana, palabra, tendrá a todo su entorno con los nervios a flor de piel. Y entonces es cuando usted podrá decir: «Dios mío, qué nerviosa está la gente, qué estresados van todos, no saben vivir». Y se sentirá lleno de tranquilidad.
Como todo lo juzgamos en función de lo que tienen los demás, alcanzar la paz es fácil si estamos dispuestos a amargar al prójimo
Para sentirse rico usted no puede conseguir que sus conocidos adinerados sean pobres de repente, ni para verse usted más alto podrá rebajar la estatura de sus amigos altísimos, pero le aseguro que para sentirse tranquilo le será fácil lograr que estos se pongan terriblemente nerviosos.
Incluso se me ocurre que podría existir una academia para alcanzar la paz interior a la que el alumno no tuviera ni siquiera que acudir. Los profesores le dirían: «Tú quédate en casa, que nosotros nos ocupamos de todo». Y esos profesores, con la agenda de direcciones y telefonos de la gente del entorno del alumno, solamente tendrían que estresarles a todos. A todos menos al alumno, que, por contraste, dirá lleno orgullo: «He alcanzado por fin la paz».
En serio, en este mundo en el que todo lo juzgamos en función de lo que tienen los demás, y no en sí mismo, alcanzar la paz es fácil si estamos dispuestos a amargar al prójimo.
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