CRISIS EN EL REINO UNIDO
'Brexit': el plan B es el plan A
May ha servido al Parlamento de Westminster el mismo plato que la semana pasada, con la misma múscia, la misma letra y los mismos pasos de baile
Josep Martí Blanch
Periodista
Josep Martí Blanch
El plan B de Theresa May es el plan A. La humillación parlamentaria de la semana pasada no ha hecho mella en la 'premier' británica. Se ha plantado de nuevo en Westminster para servir a sus señorías el mismo plato principal con la misma guarnición y en el mismo punto de cocción. Si no querían caldo, dos tazas. Añadió algún aperitivo, cierto. Como el de eximir a los comunitarios que ya residen en el Reino Unido el pago de las 65 libras para poder permanecer en la isla después del 'brexit'. Pero por lo demás, la misma música, la misma letra y los mismos pasos de baile.
May cerró la puerta de un segundo referéndum porque democráticamente sería un fraude, negó la ampliación del periodo fijado para salir de la UE (29 de marzo) y no quiso renunciar a la posibilidad de que finalmente su país se vaya de Europa a las bravas y sin acuerdo. Se limitó a decir que seguirá hablando con los unionistas irlandeses y con su partido para volver a Bruselas a buscar un acuerdo que sea digerible para los suyos. Eso fue todo. Una nueva tarde de teatro, y no del mejor, en el Parlamento británico.
El reloj avanza
La estrategia de la 'premier', dado que no hay que esperar movimientos sustanciales por parte de la UE, parece cada vez más clara. Que el tic tac del reloj acabe convirtiendo en aceptable el acuerdo que sus señorías pisotearon e hicieron trizas hace apenas una semana. ¿Puede pasar? Digámoslo de otro modo, ¿qué es lo que no puede pasar en política?
La amenaza de que el Gobierno pierda el control sobre el'brexit' y que este pase al Parlamento es cierta. Ahí están las mociones que quieren cerrar la puerta a la posibilidad de una salida a la brava de la UE que cuentan con el aval de los tories menos euroescépticos o llevar a votación una posible prórroga.
Y puede que esa debilidad del Gobierno esconda en el fondo su única fortaleza. Se trata de una fortaleza más teórica y virtual que real en estos momentos; pero que tendría sentido político que acabase materializándose si, en algún momento, los euroescépticos duros (o eurófobos, directamente) aceptan como mal menor lo que la semana pasada menospreciaron y dan su brazo a torcer porque llegan a la conclusión de que pueden perderlo todo queriéndolo ganar todo.
May vive aferrada a esa posibilidad. Porque igual que el hambre convierte en manjar el más seco de los mendrugos, el último minuto provoca cambios de rasante muy relevantes en política. Y ahí está, ganando tiempo y disfrazando su plan con las letras del abecedario, aunque siempre sea el mismo. En el plano teórico su estrategia tiene sentido. A la práctica, ya se verá.
La primera ministra es el conductor de un bus al que todos los pasajeros se sienten con ánimo de increpar por lo mal que conduce. Pero más allá de las invectivas, nadie es capaz de ofrecer una alternativa, así que sigue aferrada al volante. Una semana después la meta sigue estando donde estaba la semana pasada, solo que entonces se llamaba A y ahora se llama B. Como yo, que para algunos soy Josep y para otros Pep. Ese es todo el cambio que Theresa May ofreció en el Parlamento.
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