La memoria histórica
Reconstrucción
Recuperar una ausencia significa que todo lo que hemos perdido es parte de lo que somos ahora y lo será para siempre. Nosotros somos ahora los abuelos y bisabuelos que fueron
Anna Pagès
Profesora de la Facultad de Educació Blanquerna-Universitat Ramon Llull
Anna Pagès
A menudo el pasado es un espejismo que vuelve, despertando el impacto de los inicios como si no hubiera sido completamente desplegado por el tiempo, como si el origen se actualizara cada día. Esta extraña percepción resulta de los acontecimientos que hemos hecho nuestros, interiorizando una experiencia que no hemos vivido en primera persona pero que nos hace vivir por el amor a los que sí estuvieron y nos lo contaron.
Los nietos y bisnietos de la generación de los pioneros del progreso, los impulsores del Institut d'Estudis Catalans, de la Escola de Bibliotecàries en época de Prat de la Riba, de los Grups Escolars del Ayuntamiento de Barcelona en los años 20 y 30; los nietos y bisnietos de los alumnos del Institut-Escola del parque de la Ciutadella, de la Escola del Mar, de la Escola Moderna, hemos hecho nuestras las experiencias que abuelos y bisabuelos nos transmitieron, con la pasión de quienes abren camino para una vida más civilizada y cívica. Este recuerdo intacto, de haber compartido una experiencia y un momento únicos, no lo ha borrado los estragos de la guerra, ni la miseria de las ideas, ni la mediocridad de los tiempos.
En mi adolescencia acompañaba a mi abuela a las reuniones de exalumnos del Institut-Escola de la Ciutadella. La alegría de vivir de aquel grupo de personas mayores que habían sufrido una ruptura interior terrible, que habían visto desaparecer todo lo que amaron y por lo que lucharon, sobresalía por encima de dificultades, obstáculos y temores. A la sombra de aquellos recuerdos estudié y me dedico a la educación.
Hace pocos días he descubierto que no soy la única. Recibo un correo de Marc Cuixart Goday, nieto del arquitecto Josep Goday, autor del proyecto de construcción de los Grups Escolars del Ayuntamiento de Barcelona, entre ellos la Escola del Mar, pidiendo adhesiones para proponer la reconstrucción de la escuela.
Cuando enseño a mis estudiantes, futuros maestros, la fotografía de la Escola del Mar, aquel pabellón de madera alzado dignamente en la playa de la Barceloneta, destruido por las bombas de la aviación de Mussolini en 1938, quedan impresionados. La escuela era preciosa, junto al agua y las barcas. En clase, leemos las redacciones que hacían los alumnos. Los chicos y chicas describen la belleza del lugar y el cuidado que los maestros tienen de que jueguen con alegría y libertad sobre la arena de la playa. La fotografía de niños y niñas con las alpargatas blancas en los pies, durmiendo la siesta en las hamacas, hace surgir un sonido de admiración cada año, de la boca abierta de mis estudiantes. No pueden creer que una escuela similar, alguna vez, hubiera sido posible. La pregunta sagrada de cada curso académico dice: ¿Y por qué no la reconstruyeron?
La propuesta que me llega de Marc Cuixart Goday, un nieto, es reconstruir la Escola del Mar. Que exista de nuevo. No será como la que perdimos: se reconstruye sobre una ausencia, para hacerla más evidente, pero también y sobre todo para significar que todo lo que hemos perdido es parte de lo que somos ahora y lo será para siempre. Nosotros somos ahora los abuelos y bisabuelos que fueron.
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