ANÁLISIS

El conflicto catalán, un circo ambulante

El 'show' de Washington empaña la imagen de España, pero también la reputación de Catalunya y la de un 'procés' irrespetuoso y vocinglero

La tensión del conflicto catalán se desborda en Washington (ES)

La tensión del conflicto catalán se desborda en Washington (ES)

ENRIC HERNÀNDEZ

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Escapadas a Bélgica, Suiza o Escocia, manifestaciones en Bruselas, persecuciones por las carreteras alemanas, rifirrafes en Washington... Qué duda cabe de que el soberanismo catalán ha logrado su objetivo de «internacionalizar el conflicto", pero al precio de convertir el 'procés' en un circo ambulante. El miércoles, los organizadores del Smithsonian Folklife Festival de Washington no daban crédito a lo sucedido en el acto de recepción de la edición de este año, con Catalunya y Armenia como invitadas. Cuando Quim Torra subió al atril para agradecer la invitación, sus palabras se tornaron dagas contra España, con su embajador, Pedro Morenés, escuchando atento desde la mesa presidencial.

 "Luchamos contra un estado de emergencia y las injusticias sufridas por gente como Puigdemont, forzado al exilio, y los otros presos políticos (...). El derecho a la autodeterminación es esencial para Catalunya", clamó Torra, quien, junto a su nutrida comitiva, cantó 'Els Segadors' y gritó 'Visca Catalunya lliure!'.

Al darle la réplica, el embajador Morenés quiso "corregir la propaganda del señor Torra" afirmando que en España no hay presos políticos, sino "políticos en prisión por violar las leyes", y que la mayoría de los catalanes no apoya la secesión. Pronto empezaron las protestas y abucheos de la delegación catalana; Torra abandonó la sala culpando al diplomático de llamarle "mentiroso", invectiva que no asoma en el texto repartido por la embajada

A la vista de este desaguisado, no es de extrañar que la organización cancelase los discursos públicos programados para la inauguración formal del evento: el de Torra, el de Morenés y el del pobre presidente armenio, que pagó los platos rotos sin comerlo ni beberlo.  

Atrapada en sus contradicciones --la república que no fue, los reconocimientos internacionales que jamás llegaron, un 1-O que ora es "irrenunciable", ora moneda de cambio...-, la jerarquía independentista ha hecho de la liturgia y la simbología su (casi única) razón de ser. Cualquier acto es válido para hacerse notar, sean unos premios al talento juvenil, un evento deportivo o una cita folclórica. Solo que hacerse notar no es sinónimo de hacerse respetar.

El 'show' de Washington empañó sin duda la imagen exterior de España, con dos representantes del Estado --Torra también lo es, a su pesar-- protagonizando en público una pelea de vecindario. Pero tampoco salió bien parada la reputación de Catalunya; y aún menos la de un 'procés' irrespetuoso y vocinglero. 

GESTOS Y GESTICULACIÓN

Esta escalada de la tensión diseñada por Torra y su 'guardia de corps' con vistas a la cita con Pedro Sánchez del 9 de julio contrasta con los gestos de distensión que prodiga el presidente español. El último, acelerar el traslado a Catalunya de los políticos en prisión, que podría materializarse antes de que el 'president' visite la Moncloa. 

Quizá tanta gesticulación solo busque aplacar a los hiperventilados, pero tarde o temprano Torra deberá aclarar si en verdad está dispuesto a dialogar sin condiciones o solo busca otro portazo que legitime su negativa a transaccionar.