LA CLAVE
Excavadores de odio
Hoy, cualquier tuit que escribas podrá ser usado en tu contra. Y lo será
Joan Cañete Bayle
Subdirector de EL PERIÓDICO.
Periodista y escritor. Transición digital y audiencias. Entre otros trabajos, ha sido corresponsal en Jerusalén y Washington DC. Autor de las novelas 'Expediente Bagdad' (junto a Eugenio García Gascón) y 'Parte de la Felicidad que Traes', y del ensayo sobre el conflicto palestino-israelí 'Muros, bosques, tumbas: Un periodista en Jerusalén'
Una maldición moderna: Abro hilo. Tanto que decir que no cabe en un tuit, a pesar de que el límite ya supera los 144 caracteres. Visto lo visto, más que una amenaza a los demás, el “Abro hilo” es un tiro al pie, una forma de suicido, un asesinato tímido, por robarle el título a Clara Usón de su espléndida última novela. Desde que ser excavador de tuits escritos vete a saber cuándo y cómo se ha convertido en el ‘fact checking’ del momento, ser prolijo en las redes es cavarte tu propia tumba, tiempo al tiempo. Tú abre hilo, que ya verás.
Màxim Huerta y Quim Torra han sido los últimos damnificados por los excavadores de tuits, y a uno le han puesto la etiqueta de sexista y racista, y al otro de racista y supremacista. E igual lo son, o igual no, pero la hemeroteca 2.0 no tiene compasión ni sabe de matices o (des)contexualización. Veredicto: culpables. Los propagadores de odio los acusan de propagar odio, y así, ad nauseam. ¿Qué lleva a gente sin duda formada a escribir cosas así? Hay postureo, cómo no (qué ingenioso soy). Son hijos de su tiempo (la educación y respetar es mediocre, solo romper moldes, epatar, te permite destacar). Pero también se debe a que hay un entorno adecuado.
Naturaleza humana
Las redes sociales son el ejemplo más puro de odio. Debe de ser cosa de la naturaleza humana, debe de haber en algún lado alguna ley que indica que a la que se congrega un número determinado de gente, la multitud se convierte en turba, la razón huye por la ventana, el odio supura por las comisuras de los labios y salpica el teclado. La ley de la turba no distingue de eras ni de tecnología: da igual que sea a base de rumores, en el bar, con pasquines, periódicos, a través de las ondas, en comentarios de noticias o por whatsapp. Cambia la tecnología pero la pulsión permanece: insultos, vejaciones, humillaciones, agresividad. Odio al otro, al diferente, al adversario, al enemigo.
En su albor, las redes se presentaban como una herramienta democratizadora: comunicación y organización horizontal, ciudadanos emisores sin intermediarios, democratización de la información y de la comunicación. Y en algunos casos lo son, y pueden serlo. Pero la ley de la turba es implacable, incluso si tienen razón quienes sostienen que los que odian son pocos pero gritan mucho y se les hace demasiado caso. Al fin y al cabo, las redes no son más que otro ingenio humano. Cambia la tecnología, pero la condición humana permanece inalterable. Hoy, cualquier tuit que escribas podrá ser usado en tu contra. Y lo será.
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