Política exterior española
Volver a casa
Los últimos presidentes no han estado a la altura, España debe regresar a su lugar en Europa y el mundo
Pere Vilanova
Catedrático emérito (UB).
Pere Vilanova
En lo que fue su primer día laboral como nuevo presidente de Gobierno, y aun sin estar constituido su Consejo de Ministros, la política exterior hizo una brillante demostración de sus muchas virtudes dentro de este mundo del siglo XXI. En primer lugar, subrayó una vez más la esencia de la política exterior y su papel en una coyuntura de alternancia en el Gobierno. Lo esencial es la continuidad de lo que se llama 'las obligaciones de Estado'.
Un Gobierno entrante no hereda una agenda internacional en blanco, donde está todo por escribir. Hereda varias obligaciones de Estado, desde los tratados y pactos internacionales contraídos hasta la agenda protocolaria de la semana en curso, en este caso –y el mismo día– la recepción al presidente de Ucrania, Petro Poroshenko, y por la tarde, a Toni Martí, jefe del Govern de Andorra. Lo cual señala también que, en diplomacia, el tamaño no importa. Ucrania es enorme, Andorra es un país pequeño. Pero Andorra también es un país muy antiguo, sus instituciones vienen del siglo XIII, y ambos son interlocutores importantes para España y su nuevo Gobierno. Añadamos a esto que el ministro (en funciones) de Exteriores, Alfonso Dastis, en relación a estos dos importantes actos diplomáticos, actuó el lunes a todos los efectos como el ministro de Exteriores de España. Transmite mucha tranquilidad la certeza jurídica sobre la que se fundamenta la diplomacia, en un mundo tan inestable y convulso.
Una agenda internacional densa
Estas obligaciones de Estado que hereda Pedro Sánchez no implican en absoluto que deba renunciar a su propia agenda internacional, pero cualquier cambio en cualquiera de los tratados no se puede hacer unilateralmente. Solo en los términos, plazos y procedimientos establecidos en los propios tratados. Por ello, Sánchez no solo está planeando cómo armar un equipo de Gobierno capaz de llevar a cabo su proyecto, por breve que pudiera ser. Necesita disponer de un equipo, encabezado por un ministro (Josep Borrell) que prepare una agenda internacional que es y va a ser densa.
Mariano Rajoy ha conseguido en casi dos legislaturas que nadie recuerde nada de lo que ha dicho y hecho, por ejemplo, a escala europea, o su deambular por cumbres diversas sin poder intercambiar ni unos 'buenos días' con ningún mandatario en cualquiera de las muchas lenguas oficiales de la Unión Europea (excepto el castellano). Pero con el Reino Unido en vías de desaparición en dicho escenario, la UE, con sus 27 miembros, tiene sus jerarquías: primero, Berlín y París, pero después ya vienen (por PIB, población e indicadores varios) Italia y España.
En un momento en que Italia se ha embarcado en una peligrosa singladura euroescéptica, ¿cómo no va Madrid a sumarse al grupo de cabeza, aunque sea el tercero del podio? España, desde 1991 ha pesado mucho en diversas iniciativas e instituciones internacionales, pero sus recientes presidentes de Gobierno no han estado a la altura. Sería hora de volver a casa: Europa y el mundo.
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