ANÁLISIS
Un pasillo para el cuarto de la Liga
Zidane aparca la elegancia para mostrar su rostro más duro y así nos ahorramos la matraca de las próximas semanas
Las historias funcionan mejor cuando sus personajes tienen grises. Cuando no hay buenos y malos, sino que todos tienen matices. Se acercan más a la realidad, porque todos tenemos luces y sombras. Como las tiene Zidane, con esa elegancia ganada a pulso, pero también con la rudeza que nos enseñó, por ejemplo, en la final de un mundial.
Que el Madrid no le haga el pasillo al Barça no es algo que quite el sueño a Gerard Piqué, ni en general a nadie. Pero que Zidane haya querido evitarse el debate antes de que llegara con toda su potencia, demuestra que al francés sí que le alteraba el descanso. Eso, y que ya ve al Barça campeón, algo asumido externamente pero que normalmente los protagonistas no confirman por prudencia. Que le pregunten al Tata Martino, que dio una liga por perdida y luego tuvo que convencer a sus jugadores que aún estaban en la pelea –aunque finalmente tuviera razón.
Zidane asume la decisión y se convierte así en el malo de la película bajo el argumento de que el Barça fue quien rompió la tradición. Aparca por una vez la elegancia para enseñar su otra cara, con una excusa infantil --ellos lo hicieron primero-- que le humaniza y convierte en creíble esa sonrisa que ya no es permanente.
Lo que pasó en diciembre
El Madrid, efectivamente, puede sentirse amparado por lo que pasó en diciembre, cuando el Barça prefirió ahorrarse la imagen con otra excusa de parvulario. El más atinado en este conflicto ha sido Valverde. Dio en el clavo. El problema no es cómo lo viven los jugadores, sino como se contamina desde fuera, puesto que el gesto se interpreta como una humillación del que lo hace y no como un reconocimiento a quien lo recibe. Una derrota más que añadir a un deporte que demasiado a menudo saca lo peor de cada uno.
El club blanco deja pasar una oportunidad estupenda para demostrar que está por encima del Barça en valores, después de que el paso de Mourinho los dejara a la altura del betún. Porque sigue bien presente que el dedo del portugués les marcaba el camino y que bajo su mando sus jugadores se fueron al vestuario mientras los del Barça recogían una Supercopa. No había manera más fácil de dejar en evidencia la decisión del Barça tras el Mundial de Clubs que hacerles el pasillo, pero a menudo los impulsos nos pueden.
A Zidane hay que agradecerle que nos ahorraremos la matraca del pasillo durante las semanas previas. Eliminado ese debate, su siguiente reto es que todas las miradas vayan a la Champions y nadie se pregunte como su plantilla puede ser la cuarta de la liga, por detrás del Barça, del Atlético, y del Valencia. Pero no debe sufrir, porque nadie amortiza sus éxitos ni camufla sus fracasos como el Madrid. Virtud que merece una ovación, o un pasillo incluso.
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