Peccata minuta
Todos nuestros agentes están ocupados
Es muy probable, por mi reciente y dolorosa experiencia, que al cabo de algunos segundos, otra voz -la mala de la película- nos advierta de que en aquel momento todos sus agentes están ocupados
Todos estamos atados a un móvil, internet u otras herramientas de pago para poder comunicarnos con la humanidad, que no es mala cosa. Pero de vez en cuando nos llega una factura que no entendemos en la que nos cargan unos servicios que ignoramos de qué van. Entonces, lejos de poder hablar en vivo y directo con un ser humano/a, darle la mano y mirarnos a los ojos, o enviar un correo (scripta manent) en el que argumentar con detalle nuestras razones, nos vemos obligados a marcar el número de atención al cliente, al cual responde una voz entusiasta y virtual, normalmente femenina, que nos invita a recitar de viva voz o a escribir en el teclado las nueve cifras de nuestro teléfono. Ya superada la identificación, nos pide escoger entre varias opciones el motivo de la llamada marcando con un 1, un 2, un 3 o un 4, o, si nuestra queja no forma parte del menú, esperar a que se ponga alguien.
Luego, la voz nos advierte que nuestra conversación será grabada por motivos de seguridad –¿podríamos pedir una copia si se terciase?– y que a la de ya nos atenderá un profesional. Es muy probable, por mi reciente y dolorosa experiencia, que al cabo de algunos segundos, otra voz –la mala de la película– nos advierta de que en aquel momento todos sus agentes están ocupados y que el tiempo previsto de espera supera los 5 minutos, que en mi caso se convirtieron en más de 20 antes de colgar desesperado, ya que tenía otras cosas que hacer para poder abonar la factura del próximo mes.
Emociones y pagos ‘on line’
Pero la historia no ha hecho más que empezar: cuando a fuerza de derrotas consigues una voz al otro lado, esta te pide el número de teléfono y el motivo de la consulta, que ya has declamado hablando solo en repetidos e inútiles intentos a lo largo de una hora y media. Cuando pregunto a la voz, ahora masculina, hablando muy rápido y tragándose consonantes, por qué me clavan más de 30 euros mensuales por emociones y pagos on line, servicios que jamás he usado, esta me responde que si las empresas Taptop.Promo, Edukits, Ctotal y otras no me hubieran prestado sus servicios, la compañía no hubiera facturado nada. Y entonces la voz veloz suelta la gran frase: «Eso será que alguno de sus nietos le ha pillado el teléfono y ha comprado algo o suscrito algún servicio». Normal: al no verme ducho en tecnologia me ha imaginado matusalémico.
Le pregunto cómo darme de baja de la maldición. Me responde que hablando con Taptop & Company; le repregunto cómo, dice que no sabe y que me pasará a un compañero, a quien aún espero mientras envejezco. ¿Qué extraño, verdad, tener serios problemas de comunicación con una grandísima multinacional que se dedica a ello?
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