Costumbres y modelos de desarrollo
El desafío de los hábitos saludables
Lograr una buena salud colectiva depende del individuo, pero también de factores sociales y económicos

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Carme Borrell
Carme BorrellDoctora. Miembro de la Red de Científicas Comunicadoras. Experta en salud pública de la Agència de Salut Pública de Barcelona
CARME BORRELL
Mensajes como No fumes, Haz ejercicio, Come sano están habitualmente en los medios de comunicación, tanto por los propios profesionales de la salud que los promueven como por las campañas publicitarias de productos diversos que quieren destacar sus beneficios para la salud y que periódicamente nos impactan.
Pero, ¿son los hábitos saludables una responsabilidad individual? Hay abundante literatura científica que nos muestra cómo estos hábitos están influidos, aparte de por las características de cada persona, por los determinantes sociales de la salud como tener trabajo o no, las condiciones del empleo, la situación socioeconómica, etc. También tienen relación con ello factores que conforman la estructura social, como la clase social o el género.
Tradicionalmente los hombres han fumado y bebido alcohol en mayor porcentaje que las mujeres, lo que tiene que ver con patrones sociales de género en la adopción de conductas de riesgo. Por otro lado, las mujeres practican menos actividad física en el tiempo de ocio, sobre todo si tienen niños a su cargo. Y generalmente las personas de clases sociales más favorecidas adoptan unos hábitos más saludables que las de clases populares.
Deporte y comidas
Los recursos y la motivación explican en buena parte estas diferencias: por ejemplo, influyen en el tiempo y dinero disponibles para mantener una actividad deportiva o preparar comidas saludables, o el control sobre las propias vidas y la serenidad económica y personal que permite preocuparse por la salud futura.
Así pues, no sorprende que los programas informativos y educativos para fomentar cambios en los hábitos tengan más efecto en las personas de clase social más favorecida, con más recursos y más motivación para llevar a cabo las recomendaciones que les llegan. En consecuencia, estos programas pueden aumentar las desigualdades existentes.
¿Cuáles son los motivos que explican este énfasis en la responsabilidad individual? Entre otros, los investigadores Fran Baum y Matthew Fisher señalan que la salud pública tradicional, basada en el modelo biomédico, centra la atención en las personas y no en los factores sociales que condicionan las conductas de estas. Recuerdan, además, que los programas de prevención que fomentan los hábitos saludables se basan principalmente en modelos que provienen de la psicología, centrados sobre todo en actuar en las personas.
Por otra parte, la evidente transformación neoliberal de muchos países occidentales, reduciendo el papel de los estados y favoreciendo la economía de mercado, se ha centrado en la persona y en su capacidad de elegir y actuar racionalmente, y no en las estructuras económicas, políticas y sociales que condicionan la vida de todos. Este individualismo sitúa la elección de los hábitos en las propias personas, por tanto, puede terminar culpabilizándolas las por sus actos.
Las medidas legales, fiscales o urbanísticas que facilitan que la elección saludable sea la más fácil se han mostrado más efectivas para promover los hábitos saludables y al mismo tiempo disminuir las desigualdades. Por ejemplo, el control de la publicidad o el aumento de tasas sobre tabaco o alcohol, la prohibición del consumo de tabaco en espacios cerrados, las medidas sobre precios y distribución de los alimentos poco saludables (con alto contenido de grasas y azúcares refinados), reducción de la sal de los alimentos, fomento de los espacios que faciliten una movilidad activa caminando o yendo en bicicleta, etc. A menudo se necesita valentía política para llevarlas a cabo, dadas las dificultades que se presentan, sobre todo relacionadas con la colisión con intereses económicos.
Intereses económicos
En este sentido, las grandes corporaciones han hecho esfuerzos para fomentar la creencia de que los hábitos poco saludables dependen de puras decisiones de las personas, y que en consecuencia las políticas no deben centrarse en acciones de control. Pero hay evidencia científica que ha mostrado cómo la industria dedica grandes partidas a influir públicamente para defender sus intereses.
Teniendo en cuenta esta realidad, hay que conseguir trabajar conjuntamente desde los diferentes sectores de la Administración y de la sociedad civil para intervenir en todos los niveles, desde la persona individual, velando por la equidad en el impacto de las intervenciones, hasta las estructuras sociales, con cambios legislativos y de entorno, para favorecer los hábitos saludables de la ciudadanía.
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