La labor de los Mossos
Trapero, la cara del cuerpo
El país está triste pero orgulloso de profesionales de nivel que responden sin vacilar ante barbaridades como el 17-A
Gente comiendo a la luz del verano en torno a mi mesa. Mucha alegría, alegría de verano, risas y más risas. De repente, mi mujer se levanta y mientras mira su móvil nos anuncia que en la Rambla ha habido un atropello masivo. Nos levantamos y vamos a ver qué dice TV-3. Hablan de dos muertos y muchos malheridos, y cada uno de nosotros piensa íntimamente qué familiar o qué conocido se encontraría en Barcelona un 17 de agosto. Pienso en que allí está el Poliorama, teatro donde solemos actuar cuando estamos de temporada en Barcelona. Aquel día y a aquella hora, los cantantes y bailarines del musical 'Cabaret' ensayan en el escenario. Por ese tramo de la Rambla he caminado muchísimas veces con una cámara fotográfica practicando mi mayor afición: fotografiar la gran variedad de gente que, llena de vida, transita por ella. Pienso en que yo podría haber sido también una víctima más de ese repugnante atentado. Aquel luminoso día de verano oscureció de repente.
Días más tarde los asesinos ya no están. La buena actuación policial nos ha acercado a unos Mossos que algunos ciudadanos miraban con recelo. Ahora, el país está triste pero orgulloso de disponer de profesionales de nivel que responden sin vacilar ante barbaridades como la de ese día. De entre todos, Josep Lluís Trapero, 'major' de los Mossos, que le ha puesto cara al cuerpo transmitiendo la seguridad y la eficacia que demandan los ciudadanos de su policía. Quiero también destacar la actitud del 'conseller' Forn por haber concedido el protagonismo al profesional, sin otorgarse, como es habitual entre los políticos, el protagonismo que reclaman sucesos como el de ese día.
Me felicito como ciudadano y me enorgullezco en especial con la labor de mi buen amigo Trapero, amante de Serrat y con el que me gustaría un día cantar aquel párrafo de la canción 'Seria fantàstic' que traducido al castellano dice: «Sería fantástico que todo fuera como está mandado y nadie mandara. Que llegara el día del sentido común. Encontrarse como en casa en todas partes. Poder ir distraído sin correr peligro. Sería fantástico que todos fuéramos hijos de Dios».
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