Editorial
Esprint por la Agencia Europea del Medicamento
Ayuntamiento, Generalitat y Gobierno aúnan esfuerzos por un objetivo que también debe ser del conjunto de la ciudadanía
Cuando está muy próximo a cumplirse el 25 aniversario de los Juegos Olímpicos de 1992, Barcelona está recabando apoyos para otro objetivo que, sin tener el enorme componente emocional de aquella cita inolvidable, es de primerísimo nivel y gran impacto para la economía y la investigación científica: ser la sede de la Agencia Europea del Medicamento (AEM), un organismo que deberá dejar Londres como consecuencia del brexit votado por los británicos hace ahora un año. La decisión la tomará en noviembre la Unión Europea, y los meses que median hasta entonces serán determinantes para la elección del vencedor de una carrera en la que Barcelona compite con rivales tan potentes como Amsterdam, Viena, Estocolmo o Copenhague.
La importancia del objetivo justifica sobradamente la unión de esfuerzos, y en este sentido se inscribe el acto organizado ayer por Barcelona Global, plataforma independiente privada en la que confluyen dirigentes empresariales, emprendedores y profesionales con interés e inquietud por el futuro de la capital de Catalunya. Aun más: la obtención de la AEM es un propósito compartido firmemente por el Ayuntamiento, la Generalitat y el Gobierno central, tres administraciones de distinto signo político, y las dos últimas, con enormes y graves discrepancias a propósito del procés. Que pese a eso estén remando en la misma dirección ratifica la importancia de obtener la Agencia y es una circunstancia política que, por inusual en estos tiempos, debe ser puesta en valor. En épocas convulsas como esta hay que subrayar las obviedades: nadie en España perdería con la instalación de la AEM en Barcelona, porque la sinergia generada por su actividad trascendería el ámbito estricto de la ciudad y de Catalunya.
La implicación de la ciudadanía en la pugna por lograr la sede será un factor importante. No es nada difícil apoyar activamente un objetivo que, además de multiplicar las posibilidades de la industria del sector y de la investigación médica –terrenos en los que Barcelona está sobradamente preparada–, crearía unos 4.500 puestos de trabajo indirectos. Como en los mejores momentos de nuestra historia reciente, estamos ante la posibilidad de demostrar que la unión (en la diversidad) hace la fuerza. Eso es algo que Barcelona sabe hacer.
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