Hernando y el machismo institucional
El zarpazo sobre la "relación" entre Montero e Iglesias legitima el prejuicio sexista que late bajo la discriminación de la mujer y la violencia de género
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
ENRIC HERNÀNDEZ
Rafael Hernando no es un recién llegado a la política. Debutó en 1983, con solo 22 añitos, como concejal de AP en Guadalajara, y hace tres décadas que ocupa escaño en las Cortes. Si el portavoz del PP encarna en el Congreso el arquetipo de villano no es por bisoñez, ni porque ande poseído por un espítu atrabiliario propenso a la incorrección política, sino por cálculo táctico. Que el miércoles utilizara la relación sentimental entre <strong>Pablo Iglesias </strong>e <strong>Irene Montero</strong> como estilete contra Podemos no fue, por tanto, fruto de un desliz, sino una artimaña. Lo que acarrea, si cabe, mayor gravedad.
"No diré que ha estado mejor Montero que usted porque si no, no sé qué voy a provocar en esa relación." El soez zarpazo de Hernando, precedido de los tuits de una compañera de filas sobre "los novios de Podemos", buscaba reventar el debate, sacar a los podemistas de sus casillas, convertir la moción de censura contra Mariano Rajoy en un pandemónium de gritos y descalificaciones. El PP había vaticinado que la sesión sería un "circo", pero el candidato Iglesias se había refrenado para evitar un espectáculo que desvirtuase sus intenciones. Con una provocación que apelaba a las más pasiones, Hernando pretendía romper el guion morado y alzarse con el triunfo de la profecía autocumplida. Era un trabajo sucio, pero alguien tenía hacerlo.
EL MACHO ALFA
Lejos de surtir el efecto deseado, la maniobra se giró contra los populares. Pese a sus tímidas disculpas, Hernando legitimó en sede parlamentaria el discurso sexista que subyace bajo la discriminación social, laboral y familiar que aún padecen las mujeres en nuestro país. Un prejuicio atávico según el cual ellas deben cobrar, mandar y hablar menos que ellos, pues por su propia naturaleza les corresponde una posición de inferioridad respecto al Hombre, el Macho Alfa. El mismo instinto de posesión, en suma, que late bajo el terrorismo machista.
El PP quiso convertir el hemiciclo en una taberna donde los lances se inician en la barra y se saldan en la calle, pero solo logró convencernos que si el machismo pervive en la sociedad es porque ha anidado en las instituciones.
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