Editorial
El 'laboratorio' del Poblenou
La reconversión del barrio es una buena oportunidad para buscar soluciones equilibradas a los problemas de Barcelona
El reciente desalojo de los habitantes de tres fincas del Poblenou debido a las grietas causadas por la construcción de dos hoteles cercanos ha permitido visualizar la preocupación del barrio por el proceso creciente de su masificación turística. Al susto y evacuación de los edificios siguió una movilización vecinal que acabó con pequeños incidentes frente a varias instalaciones hoteleras y que abrió de par en par el debate sobre la transformación acelerada del histórico distrito barcelonés. Ubicado en una privilegiada situación geográfica, con el atractivo de la playa y fuertes polos de interés como el 22@, el Poblenou todavía no soporta la presión asfixiante de otras zonas céntricas de la ciudad, pero no son pocos los indicios de que la amenaza existe y avanza. Los precios de las viviendas, tanto de propiedad como sobre todo de alquiler, ya han experimentado un incremento importante ante la demanda incesante de quienes quieren instalarse en el barrio de moda. En consecuencia, el fenómeno de la gentrificación –la expulsión de los vecinos de siempre– va causando estragos, mientras el tradicional sector comercial del barrio a duras penas se mantiene firme ante la llegada pujante de nuevos negocios relacionados con el turismo galopante y los servicios que le acompañan.
Ante el perfil urbanístico y social que parece dibujarse, la respuesta del tejido asociativo del Poblenou no se ha hecho esperar. La fuerza reivindicativa de sus asociaciones vecinales y de sus entidades sociales, históricamente contrastada, ha servido para regular los incesantes vientos de cambio que han soplado en el barrio desde los legendarios Juegos Olímpicos del 92.
Pero el proceso de reconversión del distrito resulta un gran desafío no solo para sus vecinos, sino que supone también una prueba de fuego para el modelo de ciudad sostenible y de convivencia no agresiva al que se debe aspirar. Todos los problemas que preocupan a los barceloneses están a debate en el laboratorio del Poblenou. Es una buena oportunidad para saber encontrar soluciones equilibradas, que sirvan para todos y en las que los lógicos intereses de los actores económicos por instalarse en el barrio no pasen por encima de los no menos legítimos de sus vecinos, que quieren progresar sin tener que vender a cualquier precio su historia, su patrimonio y su alma social.
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