LA CAMPAÑA PRESIDENCIAL FRANCESA

A la sombra de Mitterrand y Merkel

Macron y Le Pen, cada uno a su estilo, representan un liderazgo fuerte en contraste con el de Hollande

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TONI AIRA

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Se busca animal político. Y es que después del presidente 'flanby' (un mote que alude a un flan por su blandura), François Hollande, estaba escrito que el electorado francés optaría por un liderazgo político fuerte, marcado, carismático, que despertase pasiones. Eso son, cada uno en su espacio y a su estilo, Emmanuel Macron y Marine Le Pen. Ella, además, con su habitual contundencia y capacidad de clavar titulares, dejó sentenciado en el debate cara a cara con Macron: «Francia va a tener una presidenta mujer: o yo o Angela Merkel». O ella (Francia) o que siga mandando Merkel y sus políticas económicas. Pero ella no es la única que ha controlado los titulares y las técnicas de márketing a la última en esta campaña de las presidenciales francesas.

Macron, en el mismo debate, recriminó a Le Pen proyectar una Francia de la queja, derrotada y a quien todo le molesta. Él, en cambio, abogó por lo que ha querido personificar: la Francia del 'Yes, we can' y del 'We can change the world' que defendía el candidato Barack Obama en su mítica campaña del 2008. Macron no ha pronunciado estas frases-eslogan específicas pero su campaña lo ha respirado. Fuerza (elevando la voz en sus mítines hasta el grito). Optimismo (evitando la queja y proponiendo cambios contundentes). Juventud, la suya, que con 39 años podria ser el presidente francés más joven de la historia. Y todo ello con un estilo de campaña a la americana que dejaba en innecesario el intento de algunos ocurrentes que hace unas semanas proponían (vía carteles en paredes de diferentes ciudades) que Obama se plantara como candidato en esta carrera presidencial.

COMPARACIÓN CON OBAMAY KENNEDY

Se le ha comparado con  el exmandatario estadounidense, pero también con John Fitzgerald Kennedy. Su 'look', siempre impoluto y a menudo con camisa azul cielo a conjunto con sus ojos, ha causado furor en una campaña tan personalista, la suya, que hasta el movimiento (no partido) que lo ha impulsado, En Marche!, se resume en las iniciales de su nombre y apellido: EM.

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Pero su campaña, para los franceses que guardan el recuerdo de aquel mítico presidente socialista, «ha respirado mucho a François Mitterrand». La escenografia de los actos de Macron respiraba la grandeur presidencial que algunos han puesto en duda que tenga por razón de edad o de experiencia. Y él, sin embargo, ahí que se ha apoyado. Con fuerza. Con garra. Con ambición y hambre de poder, dos factores clave para el presidente que debe suceder en el Elíseo al anodino François Hollande.

HAMON, UN CANDIDATO PLANO

El candidato socialista, Benoît Hamon, acusaba demasiado ese defecto, porque era un candidato muy plano que además en los debates televisivos iniciales llegó a un pacto de no agresión con el izquierdista Jean-Luc Mélenchon. Decisión comunicativa para un Hamon que se difuminó, y que en cambio proyectó a Mélenchon como la alternativa clara y contundente (fuerza) de izquierdas a Macron y Le Pen. Además lo supo impulsar mediáticamente con golpes de efecto com sus mítines simultáneos en diferentes ciudades, gracias a hologramas. El indio Narendra Modri ya practicó la multipresencia 'vía holograma' en la campaña de las elecciones generales indias del año 2014, y le fue bien. Mélenchon fue el candidato revelación de la primera vuelta.

Y el candidato estrellado (el socialista Hamon aparte, porque ya se presumía) ha sido François Fillon, de Los Republicanos. Si hubiese pasado a la segunda vuelta, se habría erigido muy seguramente en vencedor, pero no ha podido ser, por poco, sobre todo si tenemos encuenta que su campaña ha sido pura comunicación de crisis a partir de que estallara un presunto caso de tráfico de influencias y de enchufismo, con su mujer e hijos de por medio. Montó un gran mitin bajo la lluvia y el viento (contra los elementos), donde intentó capitalizar la iniciativa judicial en clave de ataque, para victimizarse y proyectarse en clave de blanco de los ataques de fuerzas oscuras que no lo querían en el poder. Pero no cuajó. Le faltó gancho para convencer lo suficiente a una parte significativa del electorado.

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Su liderazgo, sin duda, no era el de su predecesor Nicolas Sarkozy, y ya ni de lejos el del histórico Mitterrand. Ellos sí que habrían sabido sacar petróleo del ataque. Igual que una Marine Le Pen que se ha erigido en una fusión (también en su logo e imagen de campaña) de aquel Partido Socialista (PS) del cual ha heredado muchos votantes y de la derecha clásica que en parte también la votará. Una rosa es su símbolo, pero azul. Y ellos o nosotros. Merkel o Francia. Inmigrantes o autóctonos. El populismo de siempre pero con su cara amable. Y muchos lo comprarán.