EL AMFITEATRO
"Alegría, alegría, que esto es un réquiem"
La revolución de Simon Halsey al frente del Orfeó Català
Rosa Massagué
Rosa MassaguéPeriodista
ROSA MASSAGUÉ
Simon Halsey, el nuevo director del Orfeó Català, tiene mucho de 'showman', incluso --dicho sea sin ánimo de ofender-- de payaso. Es de esos británicos que saben cruzar en cuestión de segundos la línea que separa el humor de la seriedad para lograr un objetivo. ¡Y vaya si lo consigue! Logró que 121 cantantes aficionados, invitados a participar en un ensayo abierto de la formación vocal, saliéramos flotando, en una nube, tras casi dos horas de trabajar el hermoso 'Réquiem', de Gabriel Fauré, junto a las formaciones de la casa como el propio Orfeó, el Cor de Noies y el Cor Jove.
A Halsey, los retos no le asustan. Este verano, por ejemplo, dirigió el estreno mundial de 'The Public Domain', una obra de David Lang para 1.000 voces, en el Lincoln Center de Nueva York. El desafío que tiene ahora delante igual es más difícil. Lo que es seguro es que implica un trabajo continuado, un trabajo de larga duración, porque se trata de hacer el Orfeó Català del siglo XXI.
Uno de los objetivos es el de abrir el coro a la sociedad. Y el pasado jueves puso la primera piedra con el ensayo abierto. Tras una inscripción previa llegaba la confirmación con un par de recomendaciones, a saber, llegar una hora antes para evitar aglomeraciones y traerte un botellín de agua. También había un aviso, no hacía falta ir con la partitura, la ponía la casa.
Nada más llegar, el mozo de seguridad te ponía una pulsera y de ahí te dirigía a unas mesas en las que cantantes del Orfeó distribuidos por cuerdas vocales te daban la bienvenida y la partitura. Me tocó la de contralto que es mi tesitura y la amabílisima señora que me atendió acabó las explicaciones pertinentes con un "Y ahora, ¡a disfrutar!".
El ensayo era en el Petit Palau. La colocación de los cantantes en las filas de butacas de la sala era un poco rara, pero seguro que el maestro sabía lo que se hacía. Delante, bajos y tenores. Detrás, contraltos y sopranos. Mi sitio estaba entre cantantes del Coro de la Universidad de Barcelona y del Forum Vocal. La procedencia de los invitados era muy diversa y no faltaban extranjeros. Había estadounidenses, australianos, británicos, alemanes y algún japonés.
En el escenario, a un lado el piano. Al otro, los directores y asistentes de las otras formaciones de la casa. En medio, una silla alta para el director, y a su lado, una silla baja para la traductora del inglés al catalán, quien, me temo, se va a quedar pronto sin trabajo porque a medida que avanzaba el ensayo el maestro se iba lanzando: "Compàs cincan...ta..." Y él mismo se corregía: "Cinquanta". Y así, en varias ocasiones.
Tras saludar y dar la bienvenida el maestro pidió que levantaran la mano quienes ya habían cantado la obra de Fauré y fuimos mayoría, lo que, es de suponer, contribuyó al resultado final.
El Orfeò y el Cor Jove llevaban todavía puesta la excitación que les había causado otro 'Réquiem', el de Verdi, que habían interpretado días antes junto a la London Symphony Orchestra abriendo la temporada del Palau. Era la primera obra que cantaban bajo la dirección de Halsey y le habían puesto mucho entusiasmo lo que se tradujo en un gran éxito.
En el ensayo participativo el maestro tuvo que recordar a los hombres que Fauré no era Verdi, que la teatralidad y la potencia del funeral del italiano casaba mal con el intimismo de la obra del francés. Pero ni tanto ni tan calvo. A un cierto punto soltó un "¡alegría, alegría, que esto es un rèquiem!", cuando todas las voces nos estábamos despeñando por un tono demasiado fúnebre.
Quizá se trataba de no complicar la vida a los invitados, pero el caso es que para corregir, Halsey nunca utilizaba un lenguaje técnico. Al contrario, recurría a la mímica, a la gestualidad, como cuando parecía estrangular a la traductora porque quería un 'forte' airado.
O explicaba anécdotas. Por ejemplo, para mejorar el unísono del 'Libera me' recordaba sus días de colegio cuando decenas de niños cantaban juntos los domingos e imitiaba el horrible sonido resultante. Pero, poca broma. Dio cinco minutos de descanso y fueron cinco, ni uno más. Había advertido que era inglés pero se había educado en la escuela alemana
Al final, los invitados estábamos entusiasmados con la experiencia. Y los titulares de los distintos coros del Palau, también. Un miembro del Orfeó lo resumía diciendo que aquello no había sido un simple ensayo: "Ha sido una comunión y el señor es un oficiante de primera".
A la salida, una caja para devolver las partituras y una urna en la que depositar el boletín debidamente rellenado para presentarse a las audiciones de acceso al Orfeó, que era uno de los objetivos del ensayo, el de captar nuevas voces. La urna se iba llenando. Al menos unos 50 invitados quieren probar. En mi caso, una conoce sus limitaciones. Me llevé el boletín a casa como recuerdo de una gran experiencia.
PD: Halsey no desaprovecha una ocasión para condenar el 'brexit'. También en este caso lo hizo.
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