Dos visiones de negocio a la greña
De empresarios y emprendedores
Algunos sectores económicos establecidos dirigen sus esfuerzos en demasiados casos a frenar las nuevas ideas
Josep-Francesc Valls
Catedrático de la URL
JOSEP-FRANCESC VALLS
Todos buscan crear algo atractivo para un grupo lo más grande posible de consumidores. Diferente de lo que se produce en el mercado. Más satisfactorio. Con mejor experiencia. Más barato. Singular. Protegido todo por una marca que genera relaciones de confianza con los clientes y baja sensibilidad al precio. Y que monetice suficientemente como para remunerar muy bien a todos los que participan en el invento, promotor incluido.
Los unos, los empresarios, lo intentan con la mochila cargada de la curva de experiencia de la brega diaria. Analizan los 'momentum' del consumo, los gráficos de tendencias y 'atendencias', los factores que inciden en las compras diarias de sus productos. A partir de ello, mueven sus procesos de producción, de comercialización, de comunicación, de innovación, en fin, se lanzan a tomar decisiones por la pendiente de lo desconocido. Los otros, los emprendedores, bucean en las necesidades o satisfacciones no cubiertas, en las mejoras intrínsecas de productos existentes, en las ideas triunfales de otros mercados. Se encomiendan a sus intuiciones. Crean una 'start-up'.Viven en solitario los duros tiempos de la maduración de su idea. Buscan el capital en rondas imposibles. Unos cuantos llegan a salir al mercado. Bastantes ganan dinero. Algunos triunfan. Los privilegiados se hacen millonarios.
Si me apuran, cuando entras en la sala de máquinas de unos y otros -estética personal, de despacho y de edificio aparte, aunque nunca se fíen de esto-, observas al menos tres similitudes. Producen productos o servicios. Conocen los fundamentos del 'management', los aplican a través de herramientas de gestión con mayor o menor destreza, y los encarnan en la biblia del 'business plan'. Y se adaptan a los ciclos, cada vez más cortos, de los productos.
A partir de ahí, todo son diferencias. Unos aprenden acerca de las nuevas tecnologías e intentan introducirlas, otros viven en ellas. Unos se han visto obligados a adaptarse a los costes bajos, otros nacieron baratos. Unos innovan incrementalmente; otros, de forma disruptiva. Unos caminan hacia el 'on line'; otros están instalados en él. Unos se aplican aún en vender productos; los otros sin dudarlo, en gestionar clientes (Kotler). Unos defienden el statu quo que les protege; otros irrumpen en el escenario colaborativo libres de compromisos y aprovechando la baja normativización. Frenesí de los tiempos de cambio, en la cola de una crisis cuyas influencias seguirán provocando grandes cambios en el consumo: todo más barato, más colaborativo, más experiencial.
EL ADN DE LOS EMPRESARIOS
Para entendernos, el ADN de los empresarios sería el mando en plaza, el dominio de las técnicas, los volúmenes y las herramientas de producción y el 'establishment'. El de los emprendedores, que aspiran a instalarse sin miramientos, que irrumpen con todo lo nuevo y que se benefician de los futuros cada vez más cercanos. ¿Agua y aceite? ¿Noche y día? ¿Yin y yan? Ni mucho menos.
Hablas con unos y otros y los ves recelosos. Los empresarios y el 'establishment' actúan de modo paternalista con los emprendedores confinándolos a una cierta periferia, negándoles incluso, en algunos aspectos, el pan y la sal. Mientras tanto, en el interior de sus empresas buscan desesperadamente la forma de engancharse a la innovación. Los emprendedores, por su parte, con poca voz, voto y rol social, se aprestan a dar el salto al centro del escenario. Rebosantes de ideas, de creatividad e innovación, se quejan amargamente de que los empresarios no les hacen caso, no les reciben.
UNA TRANSACCIÓN ASUMIBLE
Y nos preguntamos si a las dos fuentes contemporáneas más destacadas de innovación que requiere la empresa -empleados y clientes- no debería añadirse una tercera, la de los emprendedores. De incluirla, se cerraría el círculo virtuoso. Unos gozan de lo que otros carecen. Se complementan perfectamente. La transacción es asumible en términos económicos. Rentable, muy rentable para ambos. Solo es cuestión de establecer espacios comunes donde se encuentren, negocien y alcancen alianzas puntuales o acuerdos estructurales. Cada uno tiene una llave. El tesoro se abre con las dos a la vez.
Contemplamos, en demasiados casos, cómo la reacción de sectores económicos establecidos dirige sus esfuerzos a negar la existencia del otro. Como si las nuevas ideas no tuvieran derecho a surgir. A competir, como ocurrió hace un tiempo, más o menos lejano, cuando los negocios actuales irrumpieron frente a sus predecesores. Entonces, triunfaron las mejores ideas, las mejores técnicas, las más competitivas. Se mejoraron los productos y servicios. Unas empresas ganaron, otras se reconvirtieron, otras desaparecieron. Los clientes se beneficiaron y progresó la sociedad. Como va a ocurrir ahora.
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