OPINIÓN
Yo también aprendí de Peiró
Emilio Pérez de Rozas
Periodista
Licenciado en Ciencias de la Información por la UAB. Hijo de Carlos Pérez de Rozas, sobrino de Kike y Manolo Pérez de Rozas, integrantes de una auténtica saga de fotoperiodistas. Trabajó en Diario de Barcelona, fundador de El Periódico de Catalunya en 1978 también formó parte de la redacción en Catalunya del diario El País. Colaborador del diario deportivo Sport y vinculado al departamento de Deportes de la cadena COPE, que dirige Paco González. Emilio suele completar muchas de sus informaciones con sus propias fotos, en recuerdo a lo aprendido junto a su padre y tíos.
EMILIO PÉREZ DE ROZAS
El mismo día, hoy, que me llevo uno de los disgustos de mi vida al tener que sacrificar a ‘Lila’, nuestra maravillosa 'beagle', me entero que se ha muerto el estupendo, el espléndido, el inigualable Julià Peiró.
Y me pregunto por qué se mueren siempre los buenos. Y me pregunto por qué nadie escribe que Peiró fue uno de los grandes. Tal vez porque nuestra profesión es tan mezquina, o empieza a convertirse ya en tan cutre, que se niega a reconocer como periodistas enormes, de raza, de verdad, a aquellos que hicieron cosas que, ahora, siguen pareciendo frívolas.
Mentira podrida. No hablemos de lo que escribía y fotografiaba Peiró, aunque podríamos hacerlo, sí, no me importa. Pero hablemos del periodista. Hablemos del tipo señorial que se paseaba por la redacción de EL PERIÓDICO, del primer diario que se atrevió a ofrecer páginas enteras, historias estupendas, con el material que el bueno, el maravilloso, el especial Julià Peiró cazaba al vuelo, lucía bajo el brazo y convertía en material de lectura, no solo agradable, sino interesantísimo, importándote un auténtico bledo los personajes que salían en sus textos. Peiró tenía suficiente con engancharte y demostrar su señorío en cada página.
No solo escribía. También era fotógrafo. Ves, otra especie que nunca ha sido bien vista en las redacciones. Aprendiz de todo, maestro de nada, te decían cuando tratabas de compartir las dos especialidades, ser un auténtico fotoperiodista, un reportero, vamos. Pero Peiró estaba por encima de esas cosas, porque era un señor. Un señor con todos, no solo con sus personajes, con sus fuentes, también con sus colegas y compañeros. En una especialidad donde pisarse la sábana estaba bien visto, también Peiró en eso era grande, bueno y señor. Porque se sabía el mejor, o de los buenos, y no tenía necesidad de hacer putadas para vendernos historias humanas estupendas.
Perdonen que haya empezado por ‘Lila’, pero dos muertes que dañan el corazón son una tentación para relacionarlas aunque me tomen por loco.
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