Sin historicismos ni etiquetas

Los inmigrantes de los años 50, 60 y 70 y sus hijos no somos colonos, ni voluntarios ni involuntarios

JOSÉ RODRÍGUEZ

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El manifiesto Koiné nos alerta de que la inmersión lingüística no tiene fuerza suficiente para mantener vivo el catalán y que la competencia en igualdad legal con el castellano lo desplaza como lengua de uso social por defecto. Según Koiné, el catalán podría desaparecer en pocas generaciones. Esta idea nos choca a quienes tenemos como lengua familiar el castellano y hemos sido educados en la inmersión. De un entorno monolingüe hemos pasado a entornos bilingües y nos hemos convertido en hablantes del catalán.

El mensaje del manifiesto queda solapado por algunas afirmaciones poco acertadas. Una de ellas es tildar de colonización lingüística a la inmigración de los años 50, 60 y 70. Los colonos ocupan las mejores tierras, los mejores trabajos, desalojan a las clases medias y los dirigentes locales y las ocupan ellos. Los colonos tienen el apoyo del Estado colonial detrás. Todo lo contrario de lo que ocurrió con la emigración de los 50, 60 y 70.

UNA HEROICIDAD SOCIOLÓGICA

Los emigrantes de los 50, 60 y en menor medida los 70 sufrieron por parte de las autoridades franquistas deportaciones, marginalidad, situaciones de irregularidad legal, persecución. Las autoridades franquistas derribaban sus viviendas, les marginaban en barrios de barracas y los explotaban. Los colonos no son perseguidos por la policía del Estado.

Esto no es contradictorio con describir que la situación vivida en esas décadas fue compleja en términos sociales y lingüísticos. Los ciudadanos catalanes realizaron una heroicidad sociológica: construyeron un pacto social en torno a un catalanismo cívico que evitó fricciones por cuestión de lengua o identidad. Sin ese pacto, la identidad nacional catalana sería marginal, el catalán estaría folclorizado y se habrían vivido conflictos sociales serios. Pero pese a todo el catalán está minorizado, no solo en algunos ámbitos institucionales sino también sociales. A pesar de todos los esfuerzos, la amenaza de retroceso existe. La debilidad del catalán por no ser lingua franca social no se soluciona solo con eliminar los ataques del Estado español contra las leyes que protegen el catalán.

ABIERTOS A NUEVOS CONSENSOS

La expresión «colonización involuntaria» de Koiné es un error táctico y una falsedad histórica. También su enfoque historicista es un error en sí mismo, y las declaraciones de algunos de sus firmantes (que sería injusto achacar al conjunto de ellos) solo sirven para incendiar el debate. La mejor respuesta no puede ser limitarnos a criticar sus formas y obviar el mensaje de fondo. El debate que inician es importante y valiente. Podemos bunquerizarnos en la defensa del statu quo y del pacto social lingüístico de los años 80, pero una sociedad democrática y abierta ha de estar dispuesta a nuevos consensos y a no eludir debates de fondo.

Cuestiono que los inmigrantes de los años 50, 60 y 70 y sus hijos seamos colonos, ni voluntarios ni involuntarios. Cuestiono el relato historicista de Koiné. Y también cuestiono que los que temen que la situación actual de falso bilingüismo pueda terminar matando el catalán sean talibanes. ¿Qué tal si afrontamos el debate de la lengua sin etiquetas?