ARTÍCULOS DE OCASIÓN

Ese engaño llamado realidad

nmartorell32665183 dominical 701 seccion trueba160224200800

nmartorell32665183 dominical 701 seccion trueba160224200800 / periodico

DAVID TRUEBA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Otro año más, los relatos basados en hechos reales se han alzado con el premio del interés general. Nada hay más sospechoso que algo que se dice real cuando hablamos de una película o una novela. Una ampliación de este campo de batalla tiene que ver con las narrativas de un duelo personal, de una ausencia. Tanto es así que hace poco en Francia se ha especulado con la posibilidad de establecer un tercer género, entre la ficción y la no ficción, habitual división en las listas de libros en el mercado. Como un tercer sexo, así el relato personal y no ficcionado parece situarse con fuerza entre las propuestas narrativas que no pueden ser medidas ni como ficción ni como lo contrario. La contaminación de realidad que bloquea a la ficción ha llegado tan lejos, que resulta normal que sobre libros considerados como ficción se establezca una búsqueda de aquellos rasgos que parten de la verdad, que son testimoniales o autobiográficos. La prensa los rastrea, el lector los disfruta doblemente y a nadie parece importarle que la ficción pierda su sentido y su sitio si no se acepta su juego. Nadie quiere conformarse con la idea de que lo leído pueda ser una amalgama de impresiones y proyecciones del propio autor sin necesidad de ser real. Como si la ficción no bastara en sí misma con su propuesta de lo verosímil.

Bajo los profusos ejercicios de literatura personal late algo siniestro: el agotamiento de la ficción. Los productores de Hollywood, que suelen adelantarse al gusto popular, detectaron esta inclinación y es raro que no arranquen sus proyectos con el cartelón de "basado en hechos reales" que todo lo permite. La necesidad de que lo que nos cuentan sea realidad no es una conquista sino una limitación. Porque no debemos tener desconfianza en la ficción, en que nos alimenten con fantasías y creaciones imaginativas, sino, al contrario, debemos desconfiar de lo que nos dicen que responde a la realidad. ¿A qué realidad, si todo lo contado se cuenta a través de un proceso de manipulación? No puede haber realidad en la escritura, como no puede haber realidad en lo filmado. El proceso imposibilita que lo que leemos o miramos en una pantalla sea real. Es una destilación de lo real, es decir, en todos los casos una ficción.

Hace poco leí la necrológica  de un profesional del cine español a quien conocí. Pese a estar redactada por un historiador de cine, la nota estaba llena de errores y malentendidos. Se ofrecía una visión errónea no ya solo de los datos, sino de las amistades del fallecido, la pertenencia a ciertas escuelas de cine y su participación en momentos históricos de la industria. La revelación al leer esa ficción con forma de necrológica me hizo pensar que incluso los géneros que consideramos como vertientes de lo real, la crónica, las biografías, los libros de historia, los diarios personales, los relatos autobiográficos no eran más que afanes del autor para hacer pasar por real lo que no es más que una versión inventada de la realidad. Lo real escapa a la lógica, al orden, al ideal, por eso es imposible domar lo real y someterlo a la disciplina del relato. Todo lo narrado es ficticio y por lo tanto detrás de la pasión por leer y mirar pedazos de realidad no hay más que una confusión infantil, un malentendido, el error habitual de protegerse tanto para no ser engañado que uno ya sale engañado de casa. Si el emperador estaba desnudo, la realidad, me temo, está inventada aunque no sepamos verlo.

TEMAS