Ante la ofensiva yihadista

El Islam es el camino

Las mujeres no deseamos que en nombre de nuestra creencia nadie nos defienda con violencia

SALWA EL GHARBI

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Vivimos a escala  global con un sentimiento de duelo constante, con una percepción de inseguridad y de confusión y con una situación conflictiva y caótica. Esto nos provoca sufrimientos y un mal estar que puede afectar a la convivencia. Desde mi pluralidad identitaria, ligada a la hegemonía occidental, la dimensión amazigh, africana, y mediterránea, y manifestada a través de mi pertenencia a la tradición musulmana, intento dejar claro que las mujeres siguen la lucha, la denuncia, la llamada , los debates y los diálogos sobre las libertades, los derechos, las discriminaciones y las violencias que sufren. Así quedó patente en la mesa de debate 'Mujeres y religión: ¿un papel secundario?', que se celebró en el Palau Macaya de la Obra Social La Caixa y donde cuatro mujeres explicamos los roles en las diferentes tradiciones monoteístas.

En estos momentos la violencia hacia las mujeres se materializa, especialmente en las refugiadas víctimas del terror, desamparadas, desalojadas de su tierra y del calor de su hogar; privadas de compasión y mirada humana, de sus derechos básicos y de su dignidad. Cuando nació el Islam, la elite que ejercía el 'dhulm' (opresión) perdió poder, porque el principio básico era la lucha contra esta injusticia social, caracterizada por la desigualdad, la explotación, la violencia y la esclavización. Hoy los radicales fanáticos –los que son también una elite que se ha apropiado del Islam y se otorga el derecho de hablar en nombre de Dios a través de la instrumentalitzación– quieren volver a recuperar el dominio y el poder, por legitimizar sus prácticas, reduciendo la participación de las mujeres al espacio privado, limitando su presencia pública y esclavizandolas.

    Utilizan discursos violentos e interpretaciones extremadamente conservadoras, congeladas por el miedo, mutiladas y privadas de la jurisprudencia, de la innovación y de la creatividad, que siguen teniendo validez porque simplemente continúan sirviendo los intereses de este sector que quiere convertir el islam en una doctrina política, y que ha elaborado un proyecto a nombre de la divinidad a su medida radical para justificar su existencia, persistencia y su terror. Un terror que se nutre de los aspectos radicales de la modernidad occidental, embestidos de la islamofobia, las discriminaciones hacia los musulmanes, los empleos, del imperialismo y de sus invasiones y de la incautación de los recursos de los demás, con la complicidad de los corruptos locales.

MASCOTAS DEL TERRORISMO

Ante este panorama, las personas de tradición musulmana sufren cada vez un doble estigma. Por un lado, la crítica, el acoso, la mirada culpabilizadora, la persecución y el control por parte de su sociedad de acogida. Y por otro, la dominación directa o indirecta de la línea conservadora radical y fanática, que perjudica a todo el mundo y también especialmente a las mujeres. Tal vez no a todas, porque hay mujeres que forman parte y participan del proyecto de la radicalidad y del terror pero, aún así, las considero víctimas del machismo, de la hegemonía patriarcal, de la frustración, la humillación, la desvalorización, la exclusión y la decepción. Me permito decirles que no dejen que la rabia y el sentimiento de la injusticia las absorba ni las desvíen del valor de la paz. Que no se dejen engañar para justificar la vuelta a los tiempos de la barbarie racista. Que no permitan que las utilicen como chivos expiatorios, ni como mascotas del terrorismo y falsas enemigas de la guerra del odio que nos vienen para llamar la atención, lejos de los verdaderos culpables y de los problemas reales. Que se protejan contra los lavados de cerebro con aquellas técnicas modernas de control mental, porque cometen atentados contra la vida. Que no participen en esta obra de teatro diseñada para distraer y dividir las masas a través del caos y del terror. Que sepan que la colonización, el imperialismo y el terrorismo utilizado en nombre del islam se realimentan mutuamente y tienen proyectos oscuros y con dimensiones estratégicas para la explotación de la humanidad. Y que no cojan este tren con muchas capas de humo y vagones de espejismo de las violencias, porque no es nuestro camino. No es el camino del Islam, ni de ninguna religión realmente humana, ni específicamente de las mujeres.

Las mujeres no queremos que nadie nos defienda con ningún tipo de violencia y, especialmente, en nombre de nuestra creencia. El diálogo, la mediación, la reconciliación, la meditación, la paciencia y la perseverancia, la estima y la paz son nuestro tren preferido; inspirado desde la sabiduría y el saber femenino, ante las violencias y las barbaries. Siempre fue así, porque nuestra finalidad es salvaguardar la humanidad del caos y la desviación, con un papel “no secundario” como se nos ha otorgado en tiempos anteriores.

Consultora e investigadora social.