Mireia
Todos, aunque lo ignoremos, conocemos a 'mireias' en potencia. Aprendamos a identificarlas y ayudémoslas antes de que sea demasiado tarde
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
ENRIC HERNÀNDEZ
No puedo evitarlo. Por razones que no vienen al caso, al tener noticia de un suicidio me asalta una idea imposible: la de introducirme en la mente de la persona difunta desde el instante en que decidió quitarse la vida hasta el momento exacto en que logró su empeño. Ensayos como 'Convivir con la depresión', de Fidel Masreal (Luciérnaga, 2008 / Butxaca, 2009), ayudan a entender cómo un ser humano llega a ese trance y cómo sus allegados pueden ayudarle a esquivarlo. Pero cruzado el umbral, en la antesala ya de la muerte deseada... ¿qué le pasa a uno por la cabeza?
Mireia era arquitecta técnico y tenía 42 años. El miércoles, antes de precipitarse desde un 13º piso en Girona, lanzó por la misma ventana a dos de sus hijas, un bebé de meses y otra de 11 años, según las pesquisas policiales. Legalmente quizá quepa catalogar los hechos como homicidio o filicidio, pero en realidad se trató de un triple suicidio: en apenas unos segundos, Mireia se quitó tres veces la vida.
Se amontonan las preguntas. ¿Por qué alguien que por enfermedad o desesperación decide acabar con todo acaba también con todo lo que más quiere? ¿Qué tipo de transtorno con apariencia de lucidez le llevó a concluir que lo que para ella era el mal menor, en ausencia de bien alguno, lo era también para sus pequeñas? ¿Cuán profundo debe ser el desgarro de una madre cuando, amputándose violentamente tal condición, se suicida dos veces seguidas para hacer inexorable la postrera? Imposible descifrar tantos enigmas ocultos en lo más hondo de nuestra mente.
Acabar con el tabú
Por esa impotencia nuestra para desentrañar el misterio, la muerte voluntaria sigue siendo tabú. Es humano: apartar la vista de lo que no alcanzamos a comprender no brinda respuestas, pero nos ahorra preguntas. De ahí que las autoridades aconsejen a los medios tratar estos sucesos de forma discreta, en teoría para evitar el efecto emulación. Lo que, siendo el suicidio la principal causa de muerte no natural hasta los 60 años, no parece un remedio efectivo. Todos, aunque lo ignoremos, conocemos a 'mireias' en potencia. Aprendamos a identificarlas y ayudémoslas antes de que sea demasiado tarde.
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