La clave
El miedo
Juancho Dumall
Ha trabajado en las áreas de Política, Opinión y en la edición del fin de semana.
JUANCHO DUMALL
No fue el fascismo el que trajo el miedo. Fue el miedo el que trajo el fascismo. La frase no es nueva, pero resulta sugestiva en un momento en el que los ataques terroristas del viernes en París han desencadenado los temores más cotidianos. ¿Voy el domingo al fútbol?, ¿viajo a París la semana que viene como tenía previsto?, ¿saco la entrada para el concierto de Madonna? No es ese espanto inmediato, el que nace de la conmoción, nuestro peor enemigo. El que conduce al fascismo, a la xenofobia, al racismo es el miedo más profundo, ese que va quedando en el fondo de la sociedad como un poso amargo. Ese que hace que aceptemos recortes en nuestras libertades o invasiones de nuestra privacidad por disfrutar de unos gramos más de aparente seguridad. El miedo pernicioso es el que se vuelve contra el otro, contra el distinto, mientras busca refugio bajo los brazos omnipotentes del Estado y de los partidos ultras.
Hitler y Mussolini llegaron al poder en los años 30 aupados por unas clases medias que sufrían un miedo difuso a la hiperinflación, a los mercados (identificados con los judíos), a la revolución, al maquinismo, a la pérdida de los bienes a manos de los bolcheviques, al futuro incierto. Ese desasosiego envenenó la moral de las sociedades cultas y permitió las barbaridades que luego vendrían.
Aprensión y prudencia
Que no nos dejemos vencer por la aprensión no tiene nada que ver con la prudencia ante los riesgos evidentes. Si hay indicios razonables de que en un acontecimiento deportivo puede haber un ataque, sería una irresponsabilidad no cancelarlo. Pero del mismo modo, es exigible a los gobiernos que no aprovechen la alarma social para hacer política de gestos y, lo que es peor, para restringir derechos.
Los políticos suelen tener muy afinado el olfato para percibir el miedo e inmediatamente actúan, muchas veces con funestas consecuencias (recuerden los casos de Bush o Aznar). Frente a eso, el civismo de verdad está en saberse sacudir el susto y continuar con la vida normal, aun sabiendo que el terrorismo es un mal de nuestro tiempo algunos de cuyos zarpazos no podremos sortear.
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