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Pablo Iglesias echa una mano a los bancos

Jesús Rivasés

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Los siete mayores -no todos son grandes- bancos españoles ganaron entre enero y septiembre 10.650,8 millones de euros, el 16,75% más que en el mismo periodo del año anterior. Las cifras, por descomunales, pueden llamar a engaño, pero no es oro  todo lo que reluce. En primer lugar, el beneficio en España de esas entidades fue de 4.998,8 millones de euros, porque de la primera habría que descontar los 4.672 y 483 millones de euros -5.155 millones- ganados por Santander y el BBVA fuera de España. Es decir, la mitad de los beneficios de la banca española procede de fuera de nuestras fronteras. Ni bueno ni malo, es así.

Los beneficios no lo serían sin las comisiones -a veces polémicas- que cobran a sus clientes. En los nueve primeros meses de año, Santander, BBVA, CaixaBank, Sabadell, Bankia, Popular y Bankinter ingresaron por comisiones 14.664,2 millones de euros, es decir, el 37,65% más de lo que ganaron.

La conclusión es simple, y quizá sorprenda: sin comisiones los bancos españoles no tendrían beneficios. Nada que objetar, porque las comisiones también forman parte del negocio, pero los datos demuestran que la actividad bancaria tradicional, captar y prestar dinero, no está aún en su mejor momento.

Los responsables de las mayores entidades financieras (Botín, González, Fainé, Goirigolzarri, Oliu, Ron Dancausa), a la vez que presentaban los resultados conocieron el programa de Pablo Iglesias y de Podemos, que incluye la creación de «un impuesto de solidaridad a las entidades financieras». Los temores que pudieran tener los gerifaltes de la banca española desaparecieron al descubrir los planes de Iglesias.

El líder de Podemos quizá ignore que ese impuesto -en caso de implantarse- no lo pagarían ni los presidentes, ni los jefazos de los bancos, sino los millones de pequeños clientes de esas entidades, los empleados bancarios y los pequeños y medianos accionistas.

La propuesta de Iglesias, llevada al límite, daría coartada a los bancos para aumentar más sus comisiones, que no dependen del Gobierno, sino de la UE, para seguir con la moderación salarial y para mantener una política raquítica de dividendos, que afectaría solo a los millones de accionistas minoritarios.

Es probable que Iglesias no conozca las estructuras bancarias, que se resumen en presidentes y varios cientos de superdirectivos, espectacularmente pagados; cientos de miles de empleados con sueldos apenas aceptables; entre 15 y 20 millones de pequeños clientes y cuatro o cinco millones de pequeños accionistas. Todos, excepto los primeros, pagarían ese nuevo impuesto bancario con el que Iglesias echaría una mano a los grandes de la banca.

Quizá sorprenda, pero es así. En Juan de Mairena, el libro que Iglesias regaló a Rajoy puede leerse:  La verdad es la verdad, lo diga Agamenón o su porquero.