MI HERMOSA LAVANDERÍA
Gracias, Jaume
Isabel Coixet
Directora de cine
ISABEL COIXET
En la costa, al norte de Sídney, unos marineros advirtieron la presencia de una sombra gigantesca que nadaba paralelamente a su barco. Se detuvieron, y vieron que la sombra se detenía también. Una ballena de tamaño mediano apareció ante ellos, abriendo sus fauces con desespero. Vieron que en ellas, enredadas en sus dientes, se hallaban varias bolsas y redes de plástico que amenazaban con asfixiar al animal. Los marineros retiraron las bolsas con ayuda de unos remos. La ballena, liberada, se alejó unos metros del barco, y volvió a resurgir dando varios coletazos de agradecimiento. Cuando los marineros volvieron al puerto, divisaron a la ballena dando un último salto.
Me gustaría que este artículo fuera mi último salto para mi vecino, amigo y dentista, Jaume de Caso. Jaume acaba de fallecer de repente. Me llega la noticia un día de agosto. No puedo dar crédito. Le había visto un día antes de partir, pletórico de energía, salud y alegría. Como era habitual en él, bajaba la escalera cantando un fragmento de South Pacific. Los musicales y cantar eran su pasión. Pasión que yo no compartía, y siempre me metía con él diciendo que a mí ni pagándome conseguiría meterme tres horas en un teatro para ver a un montón de gente supermaquillada haciendo gorgoritos de Andrew Lloyd Webber. Pero a veces, en la consulta, te tenía con la boca abierta mientras te contaba sus últimos viajes a Broadway y representaba con mucha gracia a Alan Cumming en Cabaret. Y la reparación de tu molar se hacía más corta y entretenida.
Era bueno, extremadamente generoso, tierno y nunca le vi de mal humor. Era muy buen cocinero y un excelente dentista, de esos que sufren cuando ven que lo pasas mal. Pero lo que de verdad le hubiera gustado ser es cantante en el West End o en Broadway. Todavía lo recuerdo el invierno pasado, cuando se recorrió de arriba abajo Nueva York nevado hasta encontrar una paellera como Dios manda donde cocinar un arroz para 12 personas en un 'loft' desvencijado en Williamsburg. Y terminamos todos cantando un tema del musical 'Oliver!', 'Food, glorious food'. No podré escuchar otra vez 'Willkommen, bienvenue, welcome', sin pensar en ti, Jaume. Ojalá encuentres, allí donde estés, buenos compañeros de coro.
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