El calor y el cambio climático
Oscilaciones frente a alteraciones
Más que precisar la causa exacta de las anomalías meteorológicas, conviene afrontarlas con solvencia
Ramon Folch
Socioecólogo. Presidente de ERF.
Socioecólogo. Presidente de ERF.
RAMON FOLCH
Mucho calor o poca lluvia no significan gran cosa. La cultura industrial nos ha enseñado a cuantificar: tantos grados centígrados y tantos litros por metro cuadrado. En efecto, 37ºC o 42ºC son «mucho calor» por un igual, pero responden a temperaturas bien distintas. La cultura tecnocientífica también enseña a considerar el factor tiempo: ¿durante cuántos minutos o durante cuántos días? Un aguacero intenso que dura unos minutos es menos relevante que una lluvia media prolongada. Pero la mayoría se aferra a las pulsiones emocionales y a hacer regla de la excepción que le impresiona. Por eso es tan difícil hablar del clima y de las mutaciones que experimenta respecto de una normalidad
¿Asistimos a un cambio climático acelerado y perceptible? Sí, pero quizá no de la manera y por las razones que cree percibir la mayoría. Cambio climático solo ha habido uno en toda la historia del planeta y ha durado siempre. El clima no ha dejado de variar desde el primer día, pero ha tenido largos períodos de cambios insignificantes que hemos asimilado a sucesivas normalidades. Solo hablamos de cambio cuando las variaciones son rápidas. Para épocas remotas, consideramos rápido lo que pasa en pocos milenios; para períodos históricos, basta que el cambio sensible ocurra en un par o tres de siglos; si nos referimos a la contemporaneidad, solo hablamos de cambio cuando la mutación se refiere a nuestra memoria personal, a algunas décadas a lo sumo. Es el caso de las alteraciones climáticas inducidas por la quema de combustibles fósiles, o sea, del cambio climático actual.
Sabemos, porque lo hemos medido, que la temperatura global ha aumentado entre uno y dos grados de la Revolución Industrial a esta parte. Es mucho. No por el incremento de temperatura que ello representa, sino por los trastornos atmosféricos que induce. Trastornos que se traducen en episodios anómalos del tiempo meteorológico: calores, fríos, sequías, huracanes... Algunos de tales fenómenos no se relacionan con el cambio climático; otros, sí. El clima es el tiempo atmosférico considerado en un período lo bastante largo, lo que admite oscilaciones razonables en torno a una media. Solo hay cambio de clima cuando varía la media o cuando las oscilaciones se convierten en norma. En los calores excepcionales de este año hay de todo. Sin embargo, que en el Pla de l'Estany se hayan superado los 40ºC cada día durante una semana es objetivamente excepcional. También que en toda Catalunya las temperaturas hayan sido hasta 10ºC superiores a las esperables.
Gracias a un reciente y meritorio trabajo de equipo coordinado por el Servei Meteorològic de Catalunya, con aportaciones de la Universitat de Barcelona, del Institut Català de Ciències del Clima y del Instituto Pirenaico de Ecología, disponemos de una serie de 227 años (1787-2014) de las precipitaciones en la ciudad de Barcelona. Es la serie pluviométrica más completa de toda la Europa meridional, resultado de homogeneizar muchos datos parciales y hacer algunas interpolaciones. Es mucho, pero a la vez son solo dos siglos. En todo caso, basta para establecer con solvencia normalidades relativas. Y para decir que la media normal de lluvia en Barcelona son 592 litros por metro cuadrado y año. Las desviaciones debidas al cambio climático deberán ser referidas a esta cifra en cuanto a la lluvia en Barcelona. ¿Y en el resto del territorio? ¿Y qué pasa con los demás fenómenos meteorológicos?
Esta serie pluviométrica fehaciente nos informa de que entre 1812 y 1825 la media pluviométrica barcelonesa fue de solo 300 litros anuales. Son conocidas las desgracias que alimentó semejante sequía (falta de alimentos, fiebre amarilla, etcétera). En todo caso, no se puede relacionar con ningún cambio climático. Fue una oscilación extrema, sin ser una anomalía; el clima ya admite tal margen de variación. Hay que saberlo, para no sacar conclusiones alocadas de los excepcionales calores estivales que hemos sufrido. Pero no debemos concluir que todo lo que nos pasa es fruto de oscilaciones normales
Una cosa es cierta: somos más vulnerables que nunca, porque la complejidad de nuestro sistema productivo depende de determinados fenómenos ambientales que no controlamos. Sin lluvia, los embalses se vacían y la generación hidroeléctrica se interrumpe. La sequedad ambiental propicia las alergias, que este año han proliferado. Por eso hay que cambiar los epítetos por las cuantificaciones y, sobre todo, encarar sensatamente la cuestión, porque el cambio puede ser más rápido que nuestra capacidad de adaptación. Haga más o menos calor un verano determinado, el cambio climático progresa, y es dudoso que ello nos beneficie.
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