Actitudes frente a la pluralidad

Podemos con las lenguas

Los programas del partido en cuanto a idiomas distintos del castellano no tienen nada de jacobino

ALBERT BRANCHADELL

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En Catalunya, una de las líneas argumentales para desacreditar a Podemos consiste en tildar al partido de españolista, jacobinoneocentralista y otras cosas feas por el estilo. Ahora que Podemos ha entrado en los gobiernos de unas cuantas autonomías y de ayuntamientos tan importantes como el de Barcelona, acaso es oportuno echar una ojeada a cuál es su posición real respecto a un asunto tan sensible como es el tratamiento de las lenguas españolas diferentes del castellano.

Si empezamos por las Baleares, la verdad es que resulta difícil sostener la acusación. Más allá de detalles previsibles como prometer la derogación del controvertido decreto de trilingüismo de Bauzá, el capítulo de política lingüística de Podemos destaca por su claridad sociolingüística: describe los factores históricos que han causado la marginación del catalán en las Islas, denuncia sin rodeos la desigualdad legal evidente entre castellano y catalán (con «efectos desastrosos» para el segundo), y detalla una serie de propuestas presididas por la voluntad política de revertir el proceso de sustitución lingüística, que terminan con el propósito de que la acogida de las personas recién llegadas a las Baleares se haga en catalán.

En el caso de la Comunidad Valenciana, el programa de Podemos no contiene un capítulo específico de política lingüística, pero las medidas dispersas que se proponen van en la misma línea. Destaca la propuesta de promover una ley de igualdad lingüística «que permita pasar de una igualdad formal a una igualdad real en el uso de las dos lenguas oficiales», y en el campo educativo se propone justo lo contrario de lo que han estado haciendo los gobiernos del PP: mantener y extender los programas de enseñanza en valenciano «en todos los centros educativos y en todos los niveles».

En el programa aragonés, la letra de Podemos también suena juiciosa: de entrada el partido aboga por el cumplimiento (por fin) de la Carta Europea de Lenguas Regionales o Minoritarias, que debe permitir que los hablantes de aragonés y catalán puedan disfrutar de sus derechos lingüísticos, y propone una nueva ley de lenguas que reconozca «la denominación y unidad lingüística» de las lenguas propias de Aragón (adiós al LAPAO), unida a un proceso ciudadano de debate y participación que clarifique el alcance de su oficialidad en las zonas respectivas de uso. ('Oficialidad' es un término que el PSOE aragonés ha evitado históricamente.)

Fuera ya del ámbito lingüístico del catalán/valenciano, el programa de Podemos para Navarra sigue la misma tónica: se apuesta por poner en valor el euskera, la redacción de una nueva ley del euskera (para ser cumplida en lugar de saboteada), el aumento del presupuesto del Gobierno de Navarra dedicado a esta lengua, la puesta en marcha de planes de normalización en todos los departamentos del Gobierno de Navarra y sus organismos autónomos y «la presencia al 100 % del euskera en la comunicación electrónica del Gobierno de Navarra». En Asturias, donde no va a gobernar, Podemos proponía con una cierta vaguedad dar al asturiano un tratamiento «equivalente» al del castellano, es decir, considerarlo como una lengua oficial, algo que no ha hecho hasta ahora ningún gobierno asturiano. (Aunque en Galicia y País Vasco no se celebraran elecciones autonómicas, no es difícil imaginarse por donde habrían ido los tiros.)

Barcelona y Colau

Para terminar esta ronda de ojeadas veamos qué ha cambiado lingüísticamente hablando la entrada de Podemos en el gobierno municipal de Barcelona. La verdad es que en el programa de Barcelona en Comú no se habla mucho de lengua pero su escueto mensaje lo podría subscribir todo el arco parlamentario catalanista desde la antigua CiU hasta la CUP: «defensar la llengua catalana com un factor d'inclusió i convivència». Sorprende que la candidata Colau no elaborara un poco más la evidente relación entre la lengua y la justicia social (en un programa de 111 páginas había espacio para ello). También sorprende que no dijera ni una palabra sobre el noble objetivo programático en su discurso de investidura; ante sus desacreditadores, la alcaldesa Colau siempre podría decir que no prevé ir más allá en materia de normalización lingüística pero que tampoco prevé retrocesos.

Es cierto que hace poco la alcaldesa Colau se pasó al castellano en un encuentro con vecinos del barrio de El Besòs, pero eso no es dar marcha atrás. Hay políticos de todos los colores que han hablado en castellano en El Besòs. Por lo demás, una vez pronunciado el discurso de investidura íntegramente en catalán y una vez confirmado el papel preferente del catalán en la administración municipal, ¿qué hay de malo en que una servidora pública como la alcaldesa se dirija "sin ningún problema" a unos ciudadanos en la lengua oficial que le piden?

Profesor de la Facultad de Traducción y de Interpretación de la UAB.