Peccata minuta
El bello Varoufakis
Cada época necesita mitos sexuales con los que soñar, y, tal vez por falta de competencia, Marilyn, Humphrey y cuatro más siguen reinando en el altar mayor del deseo universal. No sé si la mujer 10 de ahora se apellida -para gustos, los colores- Jolie, Delevingne o Kardashian, pero me consta, porque lo sufro a diario, que, tras el nespressíssimo George Clooney, el actual oscuro objeto del deseo femenino -«l'home que ens roba les noies», como cantaba Albert Pla- no es cinematográfico ni cantor ni modelo, sino un serio ministro de Economía de un país pobre. No les hablo, claro, del indeseable Montoro, sino del helénico Varoufakis.
Decía el maestro Wagensberg que los dinosaurios no habían desaparecido de la Tierra, que bastaba mirar detenidamente una gallina, imaginársela muy grande y ya teníamos uno. Si miras a Varoufakis a los ojos obtienes un auténtico Acrocanthosaurus, pero ellas -y ellos- no saben verlo y, lejos de rendirse a la adocenada belleza de Alexis Tsipras -que, como Pedro Sánchez, con su camisita blanca, tanto gusta a las futuras suegras-, enloquecen ante el pijo radical, soñando con compartir con él una cena con velas, moussaka y retsina en su casa con vistas a la Acrópolis.
Si a un servidor ya le costaba aceptar, por envidia y rabia, al hombrudo personaje, la cosa fue a más cuando seguí la entrevista que mi admiradísimo Jordi Évole le hizo a Supermán. ¿Cómo se puede decir que eres amigo del pueblo y tratar altivamente a un canijín de barrio periférico con camisa de cuadros que está haciendo su trabajo?
Merkel se le resiste
Si existe alguna mujer en nuestro planeta -es decir: en Europa- que se resista a los presuntos encantos del grecoaustraliano (y aquí es donde se produce el cruce Acrocanthosaurus / canguro) es alemana y se llama Angela Merkel, aún no premiada en ningún concurso de belleza pero dueña y señora del euro, que es lo que cuenta. Gracias, Angela, por haber apartado del primer plano internacional a este trilero de la negociación, ladrón de libidos y chuleador de periodistas geniales. Que sea feliz con su bella esposa Danae contemplando atardeceres en el montículo donde nacieron la democracia y el teatro, pero que aparezca lo menos posible en diarios y televisiones y nos permita volver a ser un poquito deseables. Kalinikta y tápate.
PS. - Mientras escribo esto, la radio me cuenta que Podemos, nuestro particular Syriza, también acaba de perder a uno de sus líderes, Juan Carlos Monedero, no tan bello ni salvaje, a mi parecer, como el señor ministro. ¿Se ha ido o le han ido? Sea como sea, lo celebro: nunca me han gustado los autodenominados intelectuales que proclaman a voz en grito y mandíbula desencajada que tienen la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.
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