LA CLAVE
Elogio del vermut
Las ciudades que están muy vivas buscan continuamente nuevas vetas en el terreno del ocio. Eso ha ocurrido con Barcelona y el aperitivo
Juancho Dumall
Ha trabajado en las áreas de Política, Opinión y en la edición del fin de semana.
JUANCHO DUMALL
Este diario daba cuenta ayer en un extenso reportaje de Patricia Castán de un verdadero fenómeno en el ocio de los barceloneses: el espectacular auge del vermut. No solo de la bebida, sino del ritual del aperitivo, un plácido espacio mañanero para la conversación relajada. El vermut, bebida barata, fue durante décadas la consumición más popular en la franja horaria dominical que iba desde la salida de la misa de una hasta la comida.
La entrada del país en la modernidad -algunos sociólogos la sitúan en la mitad de los años 80, cuando España se incorpora a la Comunidad Económica Europea- trajo cambios en los hábitos de todo tipo de consumo. Y del mismo modo que la cerveza se fue imponiendo al vino, el vermut empezó una lenta decadencia (como la misa, por cierto). En los barrios de Barcelona, el vermuteo vermuteoquedó relegado a las entrañables bodegas, donde los toneles rodeados de taburetes y las barricas polvorientas evocaban tiempos pasados. En ellos persistió la costumbre del vermut y la oliva, el sifón enfundado en plástico, la lata de berberechos y de mejillones y las anchoas en aceite.
Emprendedores y 'hipsters'
Pero las ciudades, sobre todo las que están muy vivas, cambian, se reinventan, buscan continuamente nuevas vetas en el terreno del ocio. Y eso ha ocurrido con Barcelona y el vermut. Unos cuantos emprendedores han actualizado la vieja tradición y se han sumado a las bodegas de toda la vida para recuperar el consumo mañanero.
Pero el auge del vermut no es solo un asunto del sector de la hostelería. Bajo la revitalización de esa costumbre social late la necesidad de mucha gente de buscar nuevos territorios de encuentro, de comunicación tranquila, en las antípodas de la discoteca y la música a muchos decibelios. No es extraño por eso que la geografía de las nuevas vermuterías esté poblada de hipsters, la tribu urbana que hoy parece capitanear la cultura alternativa y la que está más atenta a las nuevas tendencias.
El vermut no sería, por tanto, una moda vintage, sino un regreso al placer de la conversación fuera de la rutina del trabajo y en ese momento en el que el tiempo se para.
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