EDITORIAL
Una nueva era en las Américas
Una cumbre sin una declaración final acostumbra a reflejar la imposibilidad de un acuerdo entre los participantes y a no pasar a los anales. La que por primera vez ha reunido a todos los jefes de Estado y de Gobierno de las 35 naciones del continente americano no tiene comunicado, pero pasará a la historia como la que ha modificado de forma muy radical las relaciones entre los países americanos. El encuentro entre Raúl Castro y Barack Obama certifica el entierro definitivo de la enemistad entre Cuba y EEUU, entre los apóstoles de un comunismo trasnochado que busca soluciones al estilo chino para salir adelante y el país que mejor simboliza el capitalismo. Pocas veces el presidente estadounidense habrá escuchado tantos elogios como los que ayer le lanzó el cubano. Este reencuentro entre dos gobiernos después de más de medio siglo de hostilidad ya sería importante por sí mismo, pero en las relaciones internacionales nada queda aislado. La interdependencia hace que sus efectos se multipliquen. La participación de Cuba por primera vez en este foro y el retorno de EEUU a América Latina marcan el inicio de una nueva era en las relaciones interamericanas.
A los terribles años del brutal intervencionismo de Washington siguieron los años en que desde el norte se ignoraba al hemisferio sur. Fueron años de esterilidad en las relaciones entre los vecinos más próximos, con el continente dividido por una línea que pasaba por La Habana. Ahora, el acercamiento entre EEUU y Cuba dibuja un nuevo mapa de relaciones políticas, pero también económicas en un momento en que los intercambios comerciales entre norte y sur pueden ser muy beneficiosos para ambas partes.
En la tribuna de Panamá se oyeron críticas a EEUU. Fueron todas extrañamente suaves, e incluso las de Nicolás Maduro fueron moderadas, pero en lo que los oradores coincidían es en la idea de que en esta nueva era ningún país puede imponer nada a otro. O, como pedía Castro, debe imponerse el diálogo respetuoso y la convivencia dentro de las diferencias. Sin embargo, este nuevo y necesario clima no debe convertirse en mordaza para la denuncia de las violaciones de derechos. Y en esta nueva era Europa debe estar presente. En particular, debe modificar su política hacia Cuba, basada todavía en la llamada Posición Común, que, después de la cumbre de las Américas, es un gran anacronismo.
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