La clave
Turistas en la Boqueria
Juancho Dumall
Ha trabajado en las áreas de Política, Opinión y en la edición del fin de semana.
JUANCHO
Dumall
El debate del modelo turístico de la ciudad de Barcelona va a ser uno de los ejes de la próxima campaña electoral previa a las elecciones del 24 de mayo. Porque como dice Homer Simpson a propósito de la cerveza, el turismo se ha convertido en Barcelona en la causa y solución de todos los problemas. La causa, porque crea incomodidades en los barrios más visitados, encarece los precios de la hostelería y la vivienda, agrede al comercio tradicional, resta personalidad a las calles, favorece la economía sumergida y a veces degenera en comportamientos incívicos. Pero el turismo también es la solución para una ciudad que sufre el azote del paro y que encuentra nichos de empleo en la actividad que generan los cientos de miles de visitantes.
Es cierto que muchos de esos empleos son de baja cualificación, pero también lo es que gracias a su condición de destino internacional, la ciudad puede organizar muchos acontecimientos -congresos, festivales, grandes espectáculos, competiciones deportivas del máximo nivel- que permiten añadir dinamismo a los más variados sectores.
Vitalidad y colorido
El último ejemplo del conflicto que genera en la ciudad la presión del turismo lo hallamos en la limitación por el Ayuntamiento del acceso al mercado de la Boqueria, de manera que los grupos guiados de quince personas o más no podrán entrar en ese espacio ni los viernes ni los sábados, los dos días en los que los puestos del mercado venden más al público barcelonés.
La Boqueria se ha convertido, por su vitalidad y colorido, en el escenario ideal en el que los turistas creen estar aprehendiendo con sus fotos la esencia de la ciudad. Se ha convertido en una visita obligada para grupos, como lo es la Sagrada Familia, la Pedrera o el campo del Barça. El problema es que la Boqueria es un mercado y no un decorado. Las cigalas y las sardinas son de verdad y están ahí para que los barceloneses las compren.
En muchos templos se restringe la entrada a turistas en horario de misa. Pues bien, en la Boquería se ha hecho en horario de compras. Y pronto quedará prohibido el palo de selfi. Como en los museos.
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