Diez

JOAN GUIRADO

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Diez. Diez segundos que te pueden cambiar la vida. Y cierras los ojos, a merced de lo que dios quiera. Y cuando los vuelves a reabrir como un hilo de seda, rodeado de chatarra y lleno de sangre, diez más. Seguramente los peores diez segundos de mi vida, que una vez recuperada totalmente la conciencia y haces memoria, los recuerdas con una mezcla de sensaciones de rabia y resignación por todos los negligentes que durante este intervalo pasan al lado de tu coche boca abajo y no se paran. Y tú, atrapado y sin ser del todo consciente de la situación, con el sufrimiento que ninguno de aquellos vehículos no se dé cuenta de la anomalía y se te lleves por delante. Hasta que sientes una voz desde el exterior que te dice "soy Mosso, tranquilo, ahora vienen los Bomberos" --o algo similar que no recuerdo--. Y mientras evitan que pierdas totalmente el conocimiento, te dicen que el señor que hay en el fondo es quien al verte volar llamó al 112. El primer agradecimiento va para usted, sr. anónimo.

No recuerdo de qué color era el camión que me hizo salir de la vía, ni si la matrícula era nacional. Sólo espero que si el conductor tiene un punto de humanidad, a medida que hiciera vía por la AP7 tras dejarme tirado en aquel fatídico kilómetro 150 en El Papiol, reflexionara sobre el arma tan importante que llevaba en la mano y de la importancia de su uso. Básicamente, porque ni mi peor enemigo me gustaría que viera pasar su vida en diez segundos entre las ruedas de ese trailer. Los diez segundos en que cierras los ojos, te agarras al volante y haces la reflexión interna resignado de que se ha terminado. Que aquella recopilación de fotografías donde recordaba los primeros pasos, las pequeñas victorias del día a día, la cara de los que amaba, el último amor que nunca fue... no los volvería a recordar, ni a abrazar, ni a ver. Me parece recordar --y soy muy osado diciendo eso--, que a la reflexión de se ha acabado que sí hice me dije a mí mismo que estos 25 años no habían estado nada mal. Pero todo pasa tan rápido, que lo que te viene a la cabeza son flashes.

Pasados unos días, acostado en la cama del hospital donde me pasaré las próximas semanas y antes de volver a visitar el quirófano, cuando también he recuperado mínimamente las fuerzas de cuando ves que vuelves a empezar de nuevo --quizás el símbolo es estar ingresado junto a los recien nacidos--, he querido escribir estas palabras -mediante el dictado y las manos de una amiga- para agradecer sinceramente todas las muestras de apoyo recibidas durante estos días y disculpar a aquellos amigos que se han olvidado, Pero sobre todo dar las gracias a los cuerpos de emergencia. A la rápida y humana actuación de los Mossos de Sant Feliu de Llobregat, a la profesionalidad del cuerpo de Bomberos de la Generalitat y a los sanitarios del SEM por su paciencia. Los grandes héroes de nuestro país, a menudo infravalorados y que se han tenido que apretar el cinturón a diario, hasta el ahogo. Ellos deberían ser nuestro referente. Agradecimiento sincero también al personal médico de los hospitales de Barcelona y Olot, por su paciencia y profesionalidad. Cuando hablamos de hacer un nuevo país, tal vez deberíamos plantearnos que su labor tuviera el mismo reconocimiento social y económico que el desorbitado mundo de los futbolistas. 

Diez. Póngase a contar en voz alta del 1 al 10. Y pensad en las cosas que se pueden llegar a hacer. Al subir al coche vuelva, cerrando los ojos. Y imaginese qué haría si os dicen que son los últimos diez segundos de su vida.

La vida es genial, con cada pequeña alegría y cada gran error. Pero sobre todo, todo junto forma lo que somos. Cuerpos de carne y hueso, que nos creemos supermanes pero que al final somos como una pieza de porcelana.