OPINIÓN
1.851 kilómetros marcan la diferencia
1.851 kilómetros es la distancia que hay entre Fráncfort y Madrid. Y también la que media entre la gran banca española y su nuevo máximo jefe, el Mecanismo Único de Supervisión (MUS). Esta institución, situada en la órbita del Banco Central Europeo (BCE), es la encargada desde el pasado 1 de noviembre de vigilar a los mayores bancos de Europa (14 españoles) para que no se desvíen de la recta senda del control y de la gobernanza ética. Tarea encomendada tras la asunción de que el pecado original que condujo a la terrible crisis mundial se larvó en la banca.
El sector financiero español, acostumbrado a moverse con soltura entre las intrigas cortesanas de ministerios, reguladores, supervisores y lobis de presión locales, tendrá ahora que vérselas con los técnicos del MUS, presidido por la francesa Danièle Nouy. Y no parece que en Fráncfort se vayan a mostrar especialmente sensibles a las artes de seducción del poder financiero.
Esta semana ha llegado un aviso en forma de carta a los bancos centrales de cada país. El BCE ha sugerido (en jerga europea significa que exige) que el importe del dividendo (la parte del beneficio anual que se reparte entre los accionistas) no se decida en función del beneficio, sino de si tienen mayor o menor colchón de capital guardado para hacer frente a escenarios adversos.
Los bancos no podrán contentar a los accionistas repartiendo los beneficios cuando no está asegurada la solvencia del banco, práctica que se venía realizando antes y después de la crisis. El BCE también ha pedido que se limiten las retribuciones de los directivos (bonus) en función del capital. Nada de ir engordando las nóminas sin tener en cuenta la situación de la entidad.
Y es que la salud de un banco no se mide por el beneficio que obtiene a final de año. Sin necesidad de ser Bankia, que maquilló las cuentas antes de su salida a bolsa, hay maneras de cumplir las normas contables y elevar artificialmente el beneficio. Lo importante realmente es cuánto está preparado un banco para resistir los vaivenes del ciclo económico.
Quizás sean los aires de Fráncfort o no, pero Ana Botín ha dirigido una ampliación de capital de 7.500 millones en el Santander y ha anunciado una reducción del dividendo. Casualmente, Société Générale ha decidido separar los cargos de presidente y consejero delegado (que estaban en una sola persona: Frederic Oudea) en dos para cumplir con las exigencias de buen gobierno del BCE. Pronto tendrá que tomar una decisión similar Isidre Fainé respecto a la triple presidencia de Criteria, CaixaBank y la Fundación Bancaria La Caixa. ¡Bienvenidos sean los 1.851 kilómetros si sirven para asegurar la independencia del regulador!
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