Análisis

Llegamos tarde

Quienes pierde su trabajo deben prepararse para ir entrando y saliendo del mercado

ÀNGELS VALLS

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Los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) nos ofrecen trimestralmente una foto de lo que sucede en nuestro mercado de trabajo. La imagen es buena pero no nos lo cuenta todo. Para tomar el pulso del mercado de trabajo necesitamos saber qué sucede entre la foto de un trimestre y la del siguiente, es decir, cuántas personas que estaban sin trabajo lo han hallado, cuántas aún están desocupadas, cuántas de las que trabajaban han perdido su empleo y cuántas se mantienen ocupadas.

Así, si nos fijamos en los flujos del mercado de trabajo a partir de los mismos datos de la EPA, vemos como las probabilidades de mantenerse como ocupados oscilan entre el 92% y el 94% según la época del año, unos porcentajes muy similares a los de antes de la crisis. Las probabilidades de perder el trabajo antes de la crisis se movían entre el 2,5% y el 3%. Hoy están entre el 4% y el 5,5%. Hasta aquí, incluso podríamos pensar en un mercado de trabajo relativamente estable. La mirada cambia bastante si nos fijamos en las probabilidades de encontrar trabajo si se estaba en el paro: alrededor del 35% antes de la crisis, alrededor del 15% hoy. El porcentaje de los afortunadospuede caer por debajo del 10% en función de la edad, la formación o el tiempo que hace que la persona está sin trabajo. Así, las probabilidades de no encontrar trabajo de un trimestre al siguiente han pasado del 40% a moverse entre el 70% y el 75%.

Con los números absolutos de esta visión más dinámica del mercado de trabajo vemos que al mismo tiempo cientos de miles de personas pierden su trabajo y miles lo encuentran, en un movimiento de picos y valles sin precedentes en función de si es un trimestre más o menos favorable a la actividad económica. Ciertamente el mercado de trabajo se mueve mucho, como nunca, quizá un poco más de la cuenta. Las personas que pierden su trabajo tienen que estar preparadas para saber nadar en mar abierto y con olas bastante altas, preparadas para ir entrando y saliendo del mercado de trabajo. La duración media de los contratos han pasado de unos 80 días en el 2007 a una duración actual de poco más de 50. Aquellos que no tienen la capacidad de moverse en un entorno tan incierto son mayoría. Los parados que pasan a ocupados se mueven entre los 800.000 y el millón, según el trimestre. Los parados que siguen sin trabajo entre dos trimestres consecutivos son unos cuatro millones de personas casi desde finales del 2012. La mayoría de los parados son parados de larga o muy larga duración.

Si bien es cierto que las políticas activas de empleo no crean puestos de trabajo (crítica que se les hace a menudo), tienen más sentido que nunca. En primer lugar, porque el mercado de trabajo ciertamente está vivo y sobre todo porque aquellos que están más alejados sin ayuda tienen muchas menos oportunidades que el resto de volver a incorporarse. Dicho esto, no todas de esas políticas sirven. Las evaluaciones de impacto muestran como, en general, no mejoran la empleabilidad los planes de empleo (a menudo vehiculados por los ayuntamientos) ni los incentivos a las empresas y, por el contrario, sí lo hacen la orientación o el acompañamiento a la persona sostenidos en el tiempo. Nadar en mar abierto no es fácil y no valen cursillos de natación para aprender. Ciertamente es posible hacerlo con las herramientas, el tiempo y los recursos necesarios. Si se puede, se debe hacer. Desgraciadamente para muchos ya no estamos a tiempo.