La ratio
Cortinas
Contaba la crónica del corresponsal de este diario en Moscú a finales de 1998 los esfuerzos del decadente Yeltsin y su primer ministro Primakov por sostener el rublo. No era una crónica política sino social, vivida: Svetlana había recorrido a última hora de la tarde de aquel día todas las casas de cambio de Moscú para cambiar sus rublos por dólares para alimentar a su familia. La divisa de EEUU escaseaba tanto y la rusa era tan poco de fiar que Svetlana, al no poder cambiar, acabó comprando unas cortinas en una mercería: tenía que deshacerse de los rublos. Las cortinas no saciaban la necesidad familiar, pero tenían su posible valor en dólares los días siguientes.
Pensar que los rusos van a rebelarse enseguida contra su presidente porque sus rublos han reducido a la mitad su valor es desconocer parte del alma rusa: su paciencia ante los estantes desabastecidos es mucho más alta de lo predecible. Que Putin tiene sus días contados -en versión eslava, sus meses o quizá un par de años- es la principal certeza que se puede extraer de la agitación (artificial) de la cotización del crudo de las últimas semanas. El otro desencadenante fue el abatimiento de un avión en Ucrania con decenas de pasajeros holandeses. Esa cortina de impunidad se rasgó para siempre.
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