La magia de las palabras

Ferran Mascarell

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Se hace difícil escribir sobre una persona amiga desde la primera juventud, con quien esperabas compartir todo el tiempo generacional que os correspondía, a quien saludaste un día, hace poco, cerca de casa, porque además érais vecinos. Vestías elegante, estabas guapo y feliz, acompañado de tu mujer, Glòria. «Tendríamos que quedar», nos dijimos. Ya no lo has podido hacer. Una enfermedad imprevista te impedirá quedar con los amigos y seguir comentando las cosas de la vida de las cuales tú, como nadie, eras un magnífico analista a través de tu talento increíble para utilizar mágicamente las palabras y clarificar los conceptos importantes de la vida.

Nos conocimos en la universidad, cuando queríamos cambiar el mundo. Libros, palabras, ilusiones, iniciativas de todo tipo. Escuchaste nuestras palabras y redactaste el primer editorial de L'Avenç. Juntos, vivimos muchas horas apasionantes en aquel proyecto ilustrado y progresista que fue la revista El Món. Y poco a poco, compartimos también una mirada algo más desilusionada sobre la política, con el convencimiento, sin embargo, de que la fuerza de la palabra seguía siendo imprescindible para mejorar el mundo.

Te convertiste en un referente literario, editorial, radiofónico y televisivo. Seguías siendo un mago de las palabras escritas y dichas. Cogiste la costumbre de hacerme participar en el programa piloto de los programas que estrenabas. Asumiste un tono reflexivo y sosegado a contracorriente, pero balsámico para todos tus seguidores. Con el tiempo, fuiste construyendo una literatura sobre la vida y los sentimientos: los amores, los desamores, la amistad, el trabajo, la familia, la política... Las cosas de verdad.

Posiblemente con ningún otro hombre he hablado tantas veces de las cosas de los amores y los desamores. El tuyo era un vivir vitalista y reflexivo, cada vez más sereno y más alegre. Nos has dejado buena literatura, buena radio y un mejor recuerdo. Allí donde estés, continúa eligiendo las palabras más indicadas, haciendo una crónica inteligente de lo que te encuentres. Amigo, te echaremos en falta, pero seguiremos escuchando tu voz y tratando de enriquecernos pensando cómo lo habrías dicho o escrito tú, mago de las palabras.