La clave
El engaño Rato y cía.
El expresidente de Bankia, lejos de amilanarse, ha respondido a las acusaciones con un recordatorio con resabios de aviso a navegantes
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
ENRIC HERNÀNDEZ
En 1975, con solo 19 años, Frank DiPascali encontró su primer empleo en Nueva York gracias a una vecina, Annette Bongiorno, que era secretaria personal del financiero Bernard Madoff. Frank se ganó la confianza del magnate y acabó como su mano derecha, amén de multimillonario. Tres décadas más tarde, DiPascali se sentaba en el banquillo junto a Madoff por una estafa piramidal cifrada en 50.000 millones de dólares, de la que fueron víctimas bancos, fondos de inversión, fundaciones... Entre la lealtad al mentor y a sí mismo, el bueno de Frank eligió la segunda: fue testigo de cargo contra Madoff y logró la libertad bajo fianza. Y para su exjefe, una condena de 150 años de cárcel.
Esta semana dos peritos del Banco de España han confirmado lo que en círculos financieros era un secreto a voces: que para salir a bolsa en julio del 2011 Bankia maquilló sus cuentas de forma obscena. De modo que la operación fue también una monumental estafa de al menos 3.000 millones de euros pertenecientes a 347.338 pequeños inversores, algunos de ellos antiguos preferentistas. Un fraude dentro de otro aún mayor, pues el posterior rescate de la entidad ha costado a los contribuyentes otros 22.400 millones.
"Operación de Estado"
Si la justicia diera por buenos estos contundentes informes periciales, Rodrigo Rato podría dar con sus huesos en la cárcel. Pero el expresidente de Bankia, lejos de amilanarse, ha respondido a las acusaciones con un recordatorio con resabios de aviso a navegantes: «Estábamos completamente controlados. No había ninguna intención de engañar, ni posibilidad de engañar».
A decir verdad, a Rato no le falta razón. La salida a bolsa, amparada por la auditora, se planteó por parte del Gobierno socialista, del PP, del supervisor, del regulador y de gran parte de la banca como una verdadera «operación de Estado». Si la maniobra no era sino un engaño masivo a los pequeños inversores, es improbable que lo ignorasen quienes públicamente anunciaban la compra de acciones para luego venderlas de tapadillo.
La incógnita es si Rato, antes de convertirse en el Madoff español, no preferirá emular a DiPascali.
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