tú y yo somos tres
Caperucita y el lobo bueno
Ferran Monegal
Crítico de televisión
Ferran Monegal
FERRAN MONEGAL
Pegarle un meneo a las historias clásicas, a los cuentos de toda la vida, y a base de deconstruirlos lograr edificar un espectáculo nuevo es un ejercicio que merece aplauso. Significa un golpe de ingenio, ingrediente del que la tele no va sobrada precisamente. En Antena 3 TV llevan ya tres semanas proponiéndonos una interesante revisión con el título de 'Cuéntame un cuento'. Ya hemos visto la recreación de 'Los tres cerditos', de 'Blancanieves' y, el pasado lunes, de 'Caperucita roja'. Hombre, no son Kenneth Branagh haciendo sus colosales reinterpretaciónes de los dramas de Shakespeare, pero consiguen atraernos. Captan nuestra atención. Nos atrapan, porque logran novedosos planteamientos sobre cuentos que conocemos todos.
La 'Caperucita roja' de esta semana, por ejemplo -interpretada por Laia Costa, actriz a la que recordamos por su delicado papel de Rym en Polseres vermelles- nos ha sorprendido enormemente: resulta que el lobo que la acecha es bueno. Es un lobo enamorado, inofensivo, que no muerde ni nada, el pobre. Lo único que hace, cuando ve a Caperucita, es derretirse de pasión, sacar la lengua, y lamer. La bestia mala de verdad es una amiga de Caperucita, una muchacha retorcida y perversa que mata por envidia y celos. O sea, que aquí el feroz criminal no es un lobo, sino una loba. ¡Ah! Es un giro imaginativo. Lo único que cabe reprocharles a los productores (Eyeworks-CuatroCabezas) son los finales, los desenlaces que concluyen las historias. Buscan siempre un clima de violencia y desgarro, para sobrecogernos un poco, pero siempre acabamos sonriendo. Les puede el teatro de comedia.
COMAN, NEGRO EN BOLAS.- Les dije la semana pasada que el paisaje de empelotados de 'Adán y Eva' (Cuatro) es monótono. Después del primer golpe de efecto, ver sistemáticamente, semana tras semana, muchachas y muchachos que lo único que hacen son posturitas en bolas, provoca tedio. Esta semana lo han intentado arreglar contratando a un hermoso pollastre ecuatoguineano llamado Coman. Golpe pintoresco. No es 'Conan el bárbaro', pero podría serlo. Decía una de las Evas: «Según una amiga mía, una mujer no es completa hasta que un negro se la meta». Y Coman exclamaba, la mar de contento: «Es que los de mi estirpe tenemos un dragón negro muy desarrollado». ¡Ah! Llamar al cacahuete «dragón negro» es una aportación lingüística con reminiscencias orientales y karatekas.
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