La tasa femenina en el consumo
La protesta todavía no ha llegado a España pero no sería nada extraño que así sucediera pronto, porque las condiciones que se dan en Francia resultan muy similares a las nuestras. Se trata, como detalla el reportaje que hoy publica EL PERIODICO, del llamado impuesto rosa, una especie de tasa fantasma que grava a las mujeres consumidoras por el mismo producto (o muy parecido) destinado, en su caso, al público masculino. Desde una misma cuchilla de afeitar que es más cara por el envoltorio hasta los juguetes o el cuidado personal, los ejemplos nos hablan de una discriminación que va más allá de la anécdota y que bebe de los arquetipos de género que aún funcionan (y de qué manera) en nuestra sociedad.
Mientras las mujeres siguen obteniendo menor sueldo por el mismo trabajo, mientras son las más afectadas por la precariedad laboral, el estereotipo dominante insiste en la necesidad de una sofisticación de la que algunas empresas sacan tajada gracias a la necesidad latente, inducida y discriminatoria, de mantener una determinada imagen social. El márketing incide en este punto y el mercado es la gran excusa para justificar un mayor beneficio en base a una práctica que no resulta ilegal pero sí éticamente reprobable. Sobre todo cuando entidades, organismos e instituciones se llenan la boca de políticas de igualdad sin atender a la pervivencia subliminal de unos parámetros que no hacen sino contribuir a la discriminación por razón de sexo.
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