La clave
El espíritu de la cacerola
Juancho Dumall
Ha trabajado en las áreas de Política, Opinión y en la edición del fin de semana.
JUANCHO DUMALL
Miles de barceloneses se sorprendieron a las diez de la noche del martes cuando empezaron a escuchar el ruido de las cacerolas en los balcones. No tenían noticia de una protesta que fue convocada a toda velocidad vía Twitter y Whatsapp desde el momento en que se supo que el Tribunal Constitucional prohibía también el sucedáneo de consulta del 9-N. Una vez más, los activistas del soberanismo sorprendían al público con una movilización pacífica, ruidosa y contagiosa. Este último aspecto fue la clave del éxito de esa convocatoria de emergencia de la que solo estaban advertidos los seguidores de las redes sociales y de algunos medios digitales, es decir esa capa social que se asocia con las tecnologías 2.0. Sin embargo, muchos fueron los que, tras el sobresalto inicial, se adhirieron puchero en mano a la expresión de descontento.
La astucia de los convocantes de las caceroladas de estos días ha consistido en elegir un recurso que evocaba a las masivas muestras de rechazo en marzo del 2003 contra la ocupación de Irak, de infausto recuerdo. Aquella experiencia, impulsada por el colectivo Aturem la Guerra, tuvo una extraordinaria respuesta en Barcelona, que sirvió para que cada manifestante se sintiera acompañado por un ruido que se extendía de balcón en balcón, de barrio en barrio. Una sensación de no estar solos frente a la injusticia.
La raíz del descontento
No es disparatado sospechar que en las caceroladas de estos días van a participar muchas personas no movidas por el puro independentismo. Hay también un descontento por la cerrazón del Gobierno central a facilitar una consulta democrática y pactada dentro de la legalidad. Y finalmente hay un hastío general por la corrupción, por el bloqueo político, por el paro, por la desigualdad, que también ha invitado a muchas personas a salir a la ventana con una olla y un cucharón.
No sabemos a estas alturas de la semana qué ocurrirá el domingo, desconocemos si habrá urnas, si abrirán los colegios, si actuarán los Mossos o si se producirán incidentes. Pero sí sabemos ya que la protesta previa no va a parar.
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