Editorial
Triunfalismo presupuestario
El ministro de Hacienda defiende sin concesiones los Presupuestos del 2015 y raya lo despectivo con Sánchez
El debate de los presupuestos anuales es uno de los momentos destacados de toda democracia parlamentaria. La discusión, ayer, de las enmiendas a la totalidad al proyecto de Presupuestos Generales del Estado para el 2015 era esperada por los más optimistas como una ocasión idónea para el análisis, desde el realismo, de las prioridades de España para el próximo curso y para la búsqueda de coincidencias entre los partidos con el objetivo de sacar al país de la aflicción económica. Pero lo que sucedió en el Congreso fue algo bien distinto, aunque lamentablemente ya visto en anteriores ocasiones: el enrocamiento numantino y prepotente del Gobierno en sus propias convicciones y propuestas, sin la menor disposición a considerar las de otros grupos.
El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, insistió en que España ha iniciado la senda de la recuperación y que en el 2015 las cosas irán mucho mejor, pero su discurso estuvo mucho más cerca del triunfalismo que de la ilusión que debe transmitir todo gobernante. No es posible ignorar que el contexto económico europeo ha empeorado en las últimas semanas, ni que la creación de empleo en España es insignificante, ni que las clases medias se han empobrecido, ni que el dinero que el Banco Central Europeo deja casi gratis apenas llega a las empresas que pueden crear puestos de trabajo.
Montoro repitió el mensaje de que lo peor ha pasado e incluso se permitió, pese a llevar casi tres años en el cargo, la evasiva de la herencia recibida del Gobierno socialista. Un recurso ya con muy poca legitimidad, completado con duros ataques a Pedro Sánchez, que ayer protagonizó su primer gran debate parlamentario. El tono casi despectivo hacia el nuevo líder del PSOE, que reclamó rescates para las familias y un plan de Estado contra la pobreza infantil, hay que situarlo en la condición de año electoral que tendrá el 2015, con las municipales en mayo y las generales en noviembre. Pero ni los ciudadanos españoles ni la razón se merecen que los próximos meses sean una exhibición de descalificaciones, de deplorables y tú más y de estériles debates en los que solo se busca el rédito partidista. La situación económica y social sigue siendo de excepción, y actuar con frivolidad política sería un desprecio a quienes sufren los efectos de la crisis, que se cuentan todavía por millones.
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