tú y yo somos tres
Risto rendido ante el canalillo
Ferran Monegal
Crítico de televisión
Ferran Monegal
ferran monegal
Se ha sumergido Risto Mejide en el mundo de las activistas de Femen (La caja, Cuatro). Les ha hecho una visita en el local donde se entrenan y planifican sus actos de protesta. Mientras ellas hacían gimnasia, Risto se puso a circular por allí. Les dijo, como saludo: «Menos mal que lleváis la palabra Femen en la camiseta. No os habría reconocido vestidas». O sea, ¡patapam! ¡Ah! No es de extrañar que Risto fuese comentando luego por las esquinas: «Noto cierta hostilidad». Hombre, tú dirás. Él iba paseando por allí, observando a las Femen, y no digo que se las mirase desde arriba, pero a veces parecía que estaba reviviendo sus sesiones como tremendo juez de Operación Triunfo. Una de las líderes del grupo, Lara Alcázar, le fue contando lo que pretende su activismo: protestar sin violencia, pero con firmeza, contra la falta de democracia; contra las dictaduras; contra la industria del sexo, la prostitución y la pornografía. Y contra la religión. Pero Risto no acababa de quedar convencido. Se sentó en ese artilugio llamado La caja -¡que Cuatro acabe con esa birria escenográfica, que no solo no aporta nada, sino que parece que estén sentados en una letrina!-, y allí fue destilando un monólogo interior que decía: «La campaña es buena, hay marca, pero no hay producto (...) Demasiada doctrina (...) Deberían sonreír, dientes, dientes, eso cabrearía bastante más a sus enemigos». O sea, que Risto no acababa de sintonizar con el toples combativo. «Tengo la impresión de ser el aguafiestas. Pero no he venido para caerles bien», decía con resignación. No obstante, todo cambió con la llegada de Inna, la gran líder de Femen, la ucraniana que comenzó este movimiento y lo expandió por toda Europa. Risto quedó subyugado. Ella le contó su vida, su movimiento, su lucha; y él se transmutó y quedó convencido. Después de charlar con Inna estoy seguro que si la naturaleza hubiese dotado a Risto de un buen frontis, también se hubiera quitado la camisa allí mismo. «Es una líder natural. Comunica muy bien. Las Femen españolas están a un distancia enorme de Inna», decía totalmente cautivado.
¡Ahh! Qué transmutación la de Risto. Fue tan profunda su conversión que de pronto agarró delicadamente un pincelito mojado en pintura, lo posó sobre el canalillo de una activista y dibujó sobre aquel frontis magnífico la «L» del lema «NO LEY». Suponemos que el mensaje completo decía «NO LEY REPRESIVA».
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