La clave
Suárez como método
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
ALBERT SÁEZ
La muerte siempre dispara la pornografía sentimental. Si el muerto es público, el exhibicionismo se concentra en la clase política. Observar estos días a los que conspiraron contra Adolfo Suárez desde el mismo día de su nombramiento es un espectáculo algo vomitivo aun cuando la distancia con el personaje sea grande. Suárez fue un hombre sin ideología pero también un paria que nunca formó parte estrictamente de eso que ahora damos en llamar «las élites extractivas». Por eso algunas de sus plañideras, como Alfonso Guerra o Rodolfo Martín Villa, lloran arrepentidos por el dolor que le infligieron, pero nunca podrán obviar que, mientras que Suárez tuvo que dejar la política mucho antes de perder la memoria, ellos siguen donde les dejó: el primero como diputado y el segundo montado en el coche oficial. Unos y otros le aceptaron hasta ponerse de acuerdo en una nueva forma de repartirse el poder que no afectase a lo esencial y que permitiera tener nuevos invitados en la mesa a base de hacer más grande el pastel.
Presidente audiovisual
Suárez fue el primero en tantas cosas que a menudo también olvidamos que inauguró en España el uso de la televisión para forjar un proyecto político. Por eso hemos podido rememorar en imágenes sus momentos culminantes. Esa imagen alzando los ojos tras la votación de la reforma política en las Cortes todavía franquistas. Y el fotograma de cuando Tejero zarandeó al teniente general Gutiérrez Mellado. Suárez ni inventó ni impulsó la transición, escrita por Torcuato Fernández Miranda y dirigida por el Rey. El protagonista fue el pueblo español. Pero Suárez puso la cara y el método.
Y los que le partieron la cara fueron precisamente los que querían acabar con el método. A Suárez le echaron porque eso de cambiar las leyes para hacer normal lo que era normal en la calle no gustaba ni a los Guerra ni a los Martín Villa. Por eso uno le llamó tahúr y los amigos del otro le negaron la mano en la ceremonia de la paz de una misa. El método de Suárez hacía difícil volver al turno de la Restauración como querían en los 80 unos y otros. Ahora lo perderán a manos de los populistas. Otro inmenso error.
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