Mujeres, poder, detalles

ROCÍO MARTÍNEZ-SAMPERE

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Hoy es el Día Internacional de la Mujer, a menudo denominado también de la Mujer Trabajadora. Recordamos cómo el día 8 de marzo de 1917, pronto hará cien años, una muchedumbre de mujeres rusas salieron a las calles para protestar por la carencia de alimentos y para pedir el regreso de los soldados que entonces combatían en los frentes de la primera guerra mundial. Fue el primer estallido de lo que acabaría siendo la Revolución Rusa. Pero en las raíces de esta fiesta también encontramos a las trabajadoras textiles de Nueva York, cuyo largo combate es aún un ejemplo de tenacidad en la reivindicación de los derechos laborales de todas las mujeres. Recordamos a todas aquellas mujeres que, en definitiva, decidieron pasar a la acción y reivindicar justicia, arriesgándolo todo.

A base de celebraciones y de rituales superpuestos, a menudo transformamos la historia en mito, como explicaba muy bien el profesor Álvarez Junco hace unos días en 'El País'. Abandonamos el criterio científico de rigor histórico y asignamos virtudes máximas a aquellas personas que creemos que tuvieron un comportamiento trascendente, superior. No se trata de un recurso nuevo: estos mitos modernos sirven, como los antiguos, para transportar mejor los valores y mensajes sociales que queremos transmitir. Siempre, en este proceso mitificador, nos dejamos algo importando para explicar. Pero en el caso del Día de la Mujer sería especialmente erróneo, basándonos en los hechos históricos que recordamos, reducir lo celebrable a la vertiente de reivindicación política, social o profesional de las mujeres. Una reivindicación absolutamente necesaria todavía y de la que me siento íntegramente parte, sin duda, pero una cara que por importante que sea no tiene que esconder las otras. Porque dejaríamos sin subrayar la condición y el esfuerzo de las mujeres en su conjunto, en todas sus dimensiones.

Podemos valorar a Maria Montessori (¡y tenemos que hacerlo!) tanto por ser la primera mujer que logró el doctorado en Medicina en su país, como por sus aportaciones pedagógicas de las que todas nuestras escuelas de hoy son deudoras. Quizás le resultó más difícil lo primero que lo segundo. Pero como ella, la fortísima luz que emiten algunas mujeres singulares que rompieron y superaron estereotipos, y que hicieron aportaciones que han mejorado la vida de todas las personas, no nos tiene que hacer olvidar a aquellas mujeres anónimas de la historia que han tenido otra vida y que por lo que sea no han podido superar los condicionantes sociales de su entorno.

Por eso la singularidad del 8-M tiene que ser pensar en muchas más mujeres. En primer lugar en las víctimas de la violencia machista, víctimas mortales y víctimas vivas y aterrorizadas. También en las que, como actividad principal, cuidan de las persones dependientes de su familia o de otras familias. O en todas las mujeres que aceptan hacer los trabajos peor pagados, más repetitivos y menos estimulantes de esta sociedad. La dignidad de las mujeres no se mide en cómo conseguimos romper cada una de nosotras las limitaciones que una sociedad de paradigma masculino nos impone. Precisamente, la omnipresencia de esta injusta carga invisible que transportamos (algunas, por desgracia, cargan más que las otras), es la que crea una dignidad específica que nos llega a todas. Y poner en valor esta dignidad es para mí la esencia de la celebración de hoy.

Pero la existencia de una dignidad general a reivindicar no presupone, más bien lo contrario, la aceptación de las iniquidades, de las diferencias injustificables, de los discursos subliminales en casi todos los medios. Escribía Simone de Beauvoir en 'El segundo Sexo': "una no nace mujer, se hace". Es el proceso de construcción de la identidad social lo que tenemos que conseguir modificar. Y los poderes públicos no son ni los únicos ni siquiera los principales responsables, porque una sociedad es mucho más que sus instituciones políticas, pero sin los poderes públicos será imposible el éxito de este largo proceso de cambio.

Por eso, una mujer que se presenta a alcaldesa como yo misma, se siente directamente interpelada en un día como hoy. "¿Qué haría yo si hoy me encontrara al frente del Ayuntamiento?". La idea te ronda a menudo la cabeza, sabes que tendrías una responsabilidad especial. Y quiero decir aquí, hoy, que asumo esta responsabilidad, y que no pienso ser en ningún caso la coartada de una administración androcéntrica, que esconda la pervivencia de desigualdades injustas detrás del hecho objetivo de que la máxima responsable es una mujer.

No pienso quedarme donde estamos en la selección de personas directivas. Porque tal como explicaré durante esta campaña, jugaré muy fuerte la carta del mérito y la capacidad en la selección de personas. No me doblaré tampoco a admitir organizaciones del tiempo que no permitan la conciliación del trabajo con la vida familiar. Hay muchos que la han predicado, esta conciliación, y nunca la han practicado. Y hay otros que --peor aún-- creen que el compromiso se mide en horas --cuanto más tarde acabes, mejor-- y no en resultados. Yo hablo de un pacto del tiempo razonable, sensato, y sabiendo que el tiempo social, el tiempo vital es tan importante por el bienestar como otras políticas más 'clásicas'. Evidentemente, no admitiré variaciones salariales en las empresas públicas entre mujeres y hombres con el mismo nivel de responsabilidad. Y avanzo que trabajaré para que las empresas licitadoras en los concursos del Ayuntamiento tengan en vigor un plan de igualdad en la empresa (siguiendo la traza de Sara Berbel, que fue directora general de Igualdad en el Trabajo de la Generalitat, un cargo que el gobierno de CiU hizo desaparecer a las primeras de cambio).

Pero más allá del trabajo de igualdad de género en la Administración, me preocuparé de la perspectiva de género en las políticas públicas. Quiero que una de las líneas de evaluación de la tarea del Ayuntamiento sea precisamente si cada política o programa han contribuido o no en este camino hacia la igualdad efectiva (no al igualitarismo). Un ejemplo: las políticas de movilidad. Las mujeres, en proporción, tienen menos a menudo carnet de conducir que los hombres. Su derecho a la movilidad depende mucho más del transporte público colectivo. Además, el tipo de desplazamiento que hacen no es igual que el de los hombres. Son desplazamientos de proximidad, ligados a ir a comprar, a llevar los niños a la escuela. Son datos de medias, está claro, hay muchas mujeres que van en transporte público al trabajo, y mujeres en moto, o en coche, o en bicicleta. Pero una política de caminos escolares o de "bus a pie" mejora más la vida de las mujeres que la de los hombres. Y yo quiero estar pendiente de estos detalles. Explicaba la revista americana 'GovTech' que cuando analizas un caso de éxito de gestión pública a menudo no es la idea la que destaca sino su buena implementación. Para la feminización de las políticas públicas es muy importante esta constatación. Porque los problemas que afectan a las mujeres se encuentran muy a menudo en detalles, en ineficiencias muy sectorializadas, propias de quien no piensa porque el cliente de la Administración no son personas sino la misma Administración. Se quiere la aprobación del jefe jerárquico y no la aprobación de la ciudadanía afectada. Las mujeres de Barcelona requieren que se piense en ellas en todas y cada una de las políticas, y no quedar escondidas dentro de una media entre mujeres y hombres en la que siempre se llevan la peor parte.

He hablado de movilidad pero podemos hablar de políticas educativas (las AMPA muy a menudo las coordinan mujeres), de políticas de servicios sociales (y especialmente de las dirigidas a las personas de más de 85 años), de promoción del deporte, o de promoción de la economía. Por todas partes, en cada política pública, me preocuparé de que los gestores municipales hilen muy fino.

Se sigue debatiendo si las mujeres tenemos componentes de carácter propios que por ellos mismos modifican la forma de hacer o las decisiones cuando ocupamos cargos de responsabilidad. Ya os digo ahora que no pienso esperar el resultado de un debate científicamente interesante pero políticamente estéril. Por mi parte pienso tomar decisiones mucho más conscientes que inconscientes, y empezar el primer día a cambiar la realidad desde todas las dependencias de nuestro Ayuntamiento donde, por cierto, pienso llegar el primer día andando, después de dejar a mis hijos en la escuela.